lunes, 19 de diciembre de 2011

9º Amanecer o Un recodo en el tiempo.


Este es un amanecer cristalino. Puro. Claro. Aquel que borra, como la lluvia, la suciedad y el desazón del instante previo. De esas horas de angustia del ayer.

***

Había entrado a trabajar en aquellos grandes almacenes por la campaña de navidad. "Exceso de producción", decía en su contrato. "Exceso de consumismo y aburrimiento", pensaba ella. Los almacenes se llenaban hasta quedar sin aire. Día sí y día también. No importaba la hora. Siempre había gente comprando. 

Su departamento, el de los libros, la apasionaba. Colocaba y recolocaba libro tras libro con ilusión. Adoraba ver tanto volumen de letra a su alrededor. La hacía feliz. Tenía listas hechas de todos aquellos libros que quería leer. De aquellos que había descubierto trabajando allí. Recordaba sinopsis, títulos, autores. Aquella marea de escritura la ahogaba dulcemente. 

Soñaba con poderse llevar todos aquellos libros a su casa. Tenerlos todos y cada uno de ellos colocados, con cariño, a su alcance. Y pasarse el resto de sus días leyendo, perdiéndose en aquellos mundos mágicos que la literatura le regalaba. 

Pero lo que realmente le hacía estremecerse, era fantasear con poder ver, algún día, un libro suyo en esas estanterías. Le encantaba escribir, y la idea de poder compartir un pedacito de su alma con el mundo, en forma de letra, le hacía sentir completa. 

Se acercaban las Navidades. A duras penas una semana de la gran fecha, la gente iba y venía, comprando regalos de todo tipo. Las novedades, expuestas justo a la entrada del departamento, con gran agudeza, despertaban el interés de todo aquel que pasaba. Se detenían a observar qué clase de libros acababan de salir del horno. Se llevaban uno tras otro, ejemplares de aquel que habían recomendado en la crítica del diario, o aquel que habían anunciado e el telediario. O simplemente, preguntaban, curiosos, a los empleados, cuál iba a ser El Libro de las Navidades.

Ella iba y venía también, a un ritmo frenético, para poder cumplir las expectativas perfeccionistas de toda tienda por aquellas fechas. Anotaba el número de ejemplares que faltaban, iba al almacén, cargaba, colocaba en las estanterías y muestrarios y, con delicadeza, recolocaba aquellos ejemplares que se habían movido del sitio o que no estaban alineados simétricamente con los de abajo. No entendía por qué, pero disfrutaba como un crío en un parque haciendo todo aquello.

Estaba absorta, eso sí, en su trabajo. No pensaba. Ni si quiera veía. Hacía y hacía con una sonrisa en su boca. Le gustaba lo que hacía, pero no era consciente de su alrededor. Habían cientos de personas, pero para ella eran figuras. Aquello parecía un sueño borroso. 

Con todo el tumulto de gente, era imposible escuchar algo que no fuera un barullo general. Se oían conversaciones, risas, susurros, gritos, broncas, besos... Era todo una onda sonora compacta de humanidad. Era imposible escuchar algo que sobresaliera de aquello. Ni si quiera distinguir cada uno de sus elementos por separado. Sentía que trabajaba en su burbuja.

Pero de pronto, algo la hizo reventar. Paró en seco. En alguna parte de la tienda, alguien estaba tocando un piano. 

Sin saber muy bien cómo, todo calló. Se abrió una nueva dimensión. Una nueva realidad en la que sólo existía el movimiento. Y el piano. Aquellas dulces notas en medio de todo aquel frenesí la maravillaron. Despertó de golpe y sintió como su vello se erizaba y su piel se estremecía. 

Le vino entonces a la mente la flor de loto. Rodeada de aguas fangosas, tenía la capacidad de salir a la superficie y florecer de una manera simple pero hermosa. Como aquellas notas del piano, en medio de todo aquel espacio de caos y confusión. Perfectamente ordenadas. De una simpleza exquisita.

 Lo entendió todo.  Estaba viva. 

Siguió trabajando, pero el sol que había despertado en su interior brillaba con una luz blanca inmaculada y le hacía sentir que, por un instante, todo tenía sentido. No existían los porqués. El caos se había desvanecido. Los clientes caminaban armónicamente. Empezaba a oír todas las respiraciones en aquella superficie. Y las risas. Y vio la magia que ejercen esos primeros libros en un niño. Esa curiosidad que despierta. Ese inicio del querer más. Del inconformismo. Observó cómo las caras se habían iluminado de pronto, y podía distinguir perfectamente todo tipo de sentimientos en aquellos que aventureros que buscaban entre los libros. Supo también que existía el silencio. El de aquellos que se escondían entre las páginas, en un rincón del departamento. Como si no existiera la realidad. 

Era maravilloso. Aquello parecía un paraíso. Y ella formaba parte de todo...


miércoles, 14 de diciembre de 2011

8º Amanecer o "Queridos Reyes Magos..."


***

Odió aquel lugar desde el primer momento.

Le parecía frío y gris. Daba igual la época del año. Aquello siempre parecía un invierno sin fin. Lo veía vacío y triste. Sentía que le faltaba vida.  Sentía también que la poca que ella conservaba se iba perdiendo, segundo a segundo, cuando estaba allí.

Odiaba aquel lugar con todas sus fuerzas.

Su nuevo hogar, parecía de todo menos un hogar. Se le hacía enorme, y a mismo tiempo, las cuatro paredes se le encogían, absorbiendo su oxígeno. Se sentía unida a los suyos, y más distante que nunca. Vivir en aquella casa le parecía una contradicción continua.

Odiaría aquel lugar hasta el fin de los días.

Las gentes que había conocido allí, tampoco ayudaban. Muy contrariamente, la hacían sentir más miserable. En aquel lugar parecían haberse olvidado de la bondad, del cariño o del apego. Acompañaban, sin embargo, con toda fidelidad, a la esencia del lugar.

Quería escapar de allí. Se sentía presa. Había dejado tantas cosas atrás para empezar una nueva (y mejor) vida allí. Oh, si lo hubiera sabido a tiempo... Claro que, en aquel momento, a comparación, la idea de mudarse le parecía el edén. Pero, poco a poco, su edén se transformó en su infierno.

Seis años le pasaron volando. Noches frías, días fríos, sueños grises y vacíos... Aquel lugar casi había acabado con ella y con su alma.

Y, de pronto, aparecieron. Ellos. Misteriosamente. De la nada.

Pero las noches se tornaron acogedoras. Y comenzó a saborear los días. Aquellos cafés que le daban vida. Aquellas copas que le quitaban temores. Aquellas risas que, casi de sorpresa, habían ocupado sus días.

Quizás aquel lugar no era ya tan malo.

Empezaba el invierno, pero ella sentía que era verano. Veía a gente por la calle, sentía que tenía tanta vida, que podía regalar pequeñas dosis por el mundo. El reloj dejó de contar. Sentía hambre a todas horas y no existía mundo suficiente para saciarla.

Comenzaba a sentir que aquel lugar valía la pena.

La luz apareció de pronto. Durante el día, durante la noche, en su corazón... Su casa se había transformado en alegría pura. Y se sentía tan a gusto... Cuando podía pasarse, claro. Estaba demasiado ocupada por ahí fuera, disfrutando de los pequeños placeres que aquel lugar le entregaba.

Deseó quedarse ahí para siempre. Con ellos. Los que habían transformado su existencia. Se dio cuenta, entonces, de que el lugar no importaba. De hecho, no lo había hecho nunca. Todo estaba en ella.

Y ella estaba empezando a amanecer...








sábado, 10 de diciembre de 2011

7º Amanecer o Renacer.



El sol despuntaba con toda la energía posible. Este es uno de esos amanceres que te dan sed de vida. Que te animan a soñar, a anhelar, a imaginar. Pero sobre todo, te recuerdan por qué merece la pena vivir.

***

Lo supe desde el primer momento. Aquellos ojos albergaban toda una vida en su interior. Tantas experiencias, que hubiera podido escribir libros y libros. Demasiadas, al fin y al cabo. Y, sin embargo, se mostraba imponente, inflexible, firme y decidida. No dejaba pasar ni un ápice de sí misma a través de aquellos preciosos ojos. Pero el diablo nunca fue sabio por ser diablo...

Yo, como otros tantos, seguramente, me preguntaba por qué aquellas personas con corazón tan puro como ella estaban predestinadas a ser heridas de un modo u otro. En ocasiones, yaciendo eternamente en su lecho, muriendo poco a poco, desangrándose a través aquellos latigazos que el tiempo les había regalado.

Sin entender bien por qué, mi alma gritaba en silencio al verla abandonarse poco a poco. Había decidido firmemente morir, lentamente, y yo no podía ni si quiera frenarla. Cada segundo que pasaba era uno más hacia el abismo. Su espíritu se consumía. Y yo no podía hacerlo renacer.

Me dolía el pensar que una criatura como ella, tan bella y perfecta, no quisiera regalar al mundo su presencia y sus días. Me torturaba la idea de que un ángel como aquel hubiera olvidado cómo extender sus alas y alzar el vuelo. Nos habíamos vuelto locos todos. Y yo el que más.

Me di cuenta del alcance de mi locura, cuando entendí que mis días tenían sus iniciales grabadas en los vértices. Descubrí cuán frágil me había vuelto, cuando mirando de nuevo aquellos ojos, me rompí en mil pedazos. Empecé a odiarme el día en que, cuando quise navegar en sus sonrisas, me di cuenta de que se hallaban vacías. Mi vida se había vuelto una espiral. Pero yo no quise hacer otra cosa que no fuera adentrarme más en ella.

Mi razón no llegaba a comprender que alguien hubiera tenido suficiente valor para destrozarla así. Pero lo que menos entendía era cómo ella misma había sucumbido. Aquello me mataba por dentro. No podía aguantar ni un instante más.

Y aquella noche salté. Decidí que si ella caía en picado, yo iría detrás suyo. Si no podía amortiguar su caída, si ella no cogía mi mano, sería yo quien fuera a por ella. Que, cuando llegara el momento, la acompañaría a su destino, a mi destino.

Y entonces vería la luz. Saldría de sus tinieblas, sus heridas sanarían y su espíritu volaría libre por fin. Entendería que era un regalo para la vida. Y no al revés. Sabría que cada uno de sus latidos hacía funcionar el mundo. Mi mundo.

Decidiría renacer. Ser ese fénix que resurge de sus cenizas y alza el vuelo en pleno esplendor...

***

Aquella noche le entregué mi alma. Y si fracasaba, por lo menos mi esencia descansaría con ella. Habría luchado hasta el último segundo. Y no existiría muerte más dulce en todos los tiempos...

Nunca una noche ha vencido a un amanecer.





jueves, 8 de diciembre de 2011

6º Amanecer o Casualidades de la vida



No ha amanecido todavía.
***

Casualidades de la vida que esta noche se me cruzaran los cables y decidiera salir.

Casualidades de la vida que me encontrara a un hermano.

Casualidades de la vida que apareciera un colega de Belfast.

Casualidades de la vida que fuera una noche tan grande.

Casualidades de la vida que las vueltas en tren me llevaran tan lejos.

Casualidades de la vida que el Claddagh ring se volviera protagonista.

Casualidades de la vida que apareciera en mi vida.

El amanecer, ese misterioso destino, que todavía está por llegar. Ese que traerá todo aquello que aún no ha pasado, aquello tan grande que nos promete la vida...



martes, 6 de diciembre de 2011

5º Amanecer o el arte del tiempo.


Un amanecer oscuro, tímido, lento.

***

Los borrachos habían abandonado ya las calles para dejar que los más madrugadores las invadieran en su lugar. Pero ellos se habían propuesto ser los últimos en ceder. Preferían abandonarse al frío de la mañana que abrazar la derrota y volver a casa.

No sabían bien si era por el dulce sabor de la rebeldía, o por el amargor del adiós, pero por una o por otra, necesitaban permanecer en aquel lugar. Se les ocurrían locuras de todo tipo para alargar el instante. Aquello era un caos de creatividad. El brainstorming de dos genios funcionando a pleno rendimiento. Existían alternativas de todo tipo. Podrían haber salvado el mundo entero. Sin embargo, en aquel mismo momento sólo importaba salvar el suyo.

Siempre fue mucho más fácil hacerlo en un bar. O en una cama. Y es que el frío nunca acompaña. Sólo entorpece los sentidos. Y el alma. 

Tras ingeniar los planes más descabellados, sucumbieron a la evidencia. Sabían de sobras que cualquier intento y muestra de irreverencia les acabaría costando demasiado caro. También económicamente, por supuesto.

Últimamente, sólo parecían existir hoteles a su alrededor. Se habían llegado a preguntar cuántos hoteles, hostales y albergues podría llegar a haber en la ciudad. ¿A cuántos hoteles por ciudadano saldrían? No lo sabían, pero les parecían demasiados.

Tocados y hundidos, se dirigieron al tren. Derrotados. Vencidos. Esperaban sentados en las escaleras a un tren que tardaría 20 minutos en llegar. La obstinación había dado paso a un cansancio extremo y los párpados empezaron a pesar. Se quedaron dormidos. Los dos. En unas escaleras.

Una voz los despertó. El personal de seguridad de la estación les preguntaba qué tren iban a coger. Medio dormidos, respondieron. Les informó de que estaba a punto de llegar y que tenían que apresurarse si no querían perderlo. Pero era demasiado tarde. Para cuando se habían dado cuenta, el tren se había puesto ya en marcha. Maldita estupidez.

Esperaron otros quince minutos más. Y pronto llegó el siguiente. Como si de imanes se tratara, permanecían completamente unidos. Alargando un momento imposible.

Pasaron unos minutos y cada uno seguía su camino. Solo.

El día amanecía triste, gris. Hacía frío. Las primeras luces del día iluminaban las vías. Las estaciones estaban llenas ahora de trabajadores. Parecía que el mundo seguía. Pero ellos sentían que el suyo se había parado de golpe, hacía escasos minutos, en aquel andén.




viernes, 2 de diciembre de 2011

4º Amanecer o el primero de muchos.

Fotos de Hostal Mar y Huerta, Santa Eulalia del Río


Este es un amanecer de costa, de verano. Un amanecer cálido, sobre todo por la compañía. Pero al mismo tiempo frío, por el mismo motivo. Es uno de esos amaneceres que marcan etapas. Que señalan el fin de lo vivido y el principio de lo que queda por vivir.

***

Cuando se juntaron en la playa aquella noche, después de todo el día caminando sin parar, apenas se tenían en pie. Sus caras delataban cansancio, pero su espíritu pedía más. Sentían que el reloj de arena se vaciaba demasiado rápido.

Aquel cuadro era digno de haber sido visto y analizado. Estaban los que jugaban con las olas, sin atreverse a meterse del todo, estaban los que subían al puesto de socorrista, o a la caseta., o los que hacían corros y contaban historias de miedo, o tocaban.

Ella se encontraba en uno de esos corros. Aquel tipo les explicaba que en el batir de las olas, se podían oír las voces de aquellos que habían muerto ahogados en el mar. No sabía si era sugestión, pero le pareció oír murmullos y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Era mejor dejar de pensar en ello. En realidad, era mejor dejar de pensar en todo, apagar la mente durante un tiempo.

Pero llegó lo inevitable. El momento en el que debían decir adiós por fin a todos aquellos momentos compartidos. Les quedaban horas. Luego todo habría quedado en nada. Pasaría el tiempo y dejarían de ser lo que habían sido hasta ahora. De compartir momentos, o sueños, o risas, o aventuras.

Los enviaron a todos a la cama. Pero poco tardaron en juntarse a través de los balcones contiguos entre las habitaciones. Con sigilo, disimulo y alguna que otra risa que se escapaba de vez en cuando, decidieron esperar un rato a que durmiera todo el mundo, y reunirse en uno de los balcones más grandes, todos aquellos que cupieran, para pasar las últimas horas, por lo menos, juntos.

Y así fue como ella fue a su habitación a informar de las condiciones al resto. Pero no parecieron muy entusiasmados, más bien aburridos. Dedujo que le tocaría despertarse sola y puso todas las alarmas que encontró a las cinco de la mañana. Estaba destrozada, y calló dormida profundamente en tan sólo unos minutos.

Tras cinco horas, empezaron a sonar alarmas. Paró la del móvil y la su reloj de muñeca. Pero no hubo manera de levantarse. Una de sus compañeras, que tenía sueño ligero, se encargó de despertarla, con cuidado. Pero en cuanto abrió los ojos, vio que todavía era de noche y decidió dormir media hora más.

Cuando se despertó, había pasado una hora y media, y de un salto, se tiró hacia el balcón, asustada, con miedo a haberse perdido el gran momento. 

Asomó la cabeza. Las sillas se acumulaban en el balcón más grande. Había menos personas de las que se habían comprometido, pero a ella le sorprendió que hubiera tanta gente. Sentados, mirando los primeros rayos del día, la saludaron. Ella se unió al espectáculo. 

El humo de los pitillos creaba formas imposibles, el sol, tímidamente, iluminaba aquellas caras llenas de ojeras. Pero las miradas eran firmes. Y ella sentía un calorcito en su interior. Sabía que aquello iba a ser el despertar de algo nuevo, que todos y cada uno de los que estaban en aquel balcón iban a empezar a tomar las riendas de su propia existencia.

Pero al mismo tiempo, sentía un gran vacío. Iba a abandonar dos de los años más felices de su vida. Iba a dejar su infancia atrás. ¿Y quién sabe si volvería a verlos jamás? Aquel pensamiento la apenó, y por un momento, se sintió insegura. Temió aquello que tenía que venir. Temió no volver a compartir más momentos como hasta entonces.

Fuera como fuese, era inevitable. Un nuevo día estaba empezando, y con él, una nueva vida. Le parecía precioso, a pesar de todo. Y supo que aquel era el primer amanecer de muchos que tendrían que venir.

Lo que no imaginaba era que quedaría grabado por siempre en su memoria. No por ser el primero, sino por haber marcado, con aquella luz impetuosa, el comienzo de lo que sería una de las etapas más importantes de su vida. 

sábado, 26 de noviembre de 2011

3º Amanecer o Éxtasis.



Este es un amanecer invisible. El segundo que transcurre entre la noche y la mañana. No existen términos medios. Es un todo o un nada. Un amanecer inexistente a la percepción humana.

***

Cuando entró en aquella enorme sala, estaba casi vacía. El local era gigante y tenía capacidad para cientos de personas. Pero en aquel instante, pequeños corrillos de gente distribuidos aquí y allá era la máxima afluencia que se podía observar.

Era muy curioso el tipo de gente que se podía ver por allí. Los había arreglados, desaliñados, rebeldes, sumisos, independientes... Se podían ver toda clase de colores, tejidos y estilos. Se olían perfumes, aguas de colonias, desodorantes, espumas, lacas. Aquello era un batiburrillo de esencias.

Sabía de sobra que aquel lugar era de los mejores mercados de carne que existían en la ciudad. Y lo cierto es que las ofertas eran tentadoras. Cubatas, chupitos, cigarros y algún que otro porro. Si se estaba de suerte, igual hasta medio gramo de cocaína a compartir entre tres. Besos y caricias gratis. Del mismo modo que el consiguiente calentón, que también acababa siendo de gratis.

Poco a poco, la noche fue llenando el local y faltaba el aire. Los flashes de luces cegaban sus sentidos y embriagaban su cuerpo. Aunque también lo hacían tequila y el ron que había consumido ya. La música se encontraba tan alta que era imposible oír una simple palabra. Pero era más divertido dejar hablar a las caras. A aquellas miradas idas, a las sonrisas histéricas, o a los labios que desprendían lascivia.

Las figuras femeninas se congregaban alrededor de los espejos del baño. Subía poco a poco el volumen de las locuras que se podían oír en aquel paraíso de estrógeno. Mientras tanto, una cola de desesperación aguardaba impaciente el turno, totalmente ajena a su alrededor.

Y no era la única cola de desesperación en la sala. Las tres barras de bar estaban siendo abordadas (casi literalmente) por masas y masas, esperando un trago para mantener la noche salvaje y libre, creciéndose hasta llegar a la cima.

Las feromonas inundaban el local. Aquello parecía un "Sexo, drogas y Rock'n'Roll", pero substituyéndolo por un Indie al final. El humo confundía a los más osados y daba margen a los rezagados. El equilibrio dejaba de contar. Las tarjetas volaban frenéticamente. Y los vasos.

La noche parecía no tener fin. Sentía que podía comérsela y no tener suficiente. Allí dentro todo valía. La oscuridad era el catalizador para hacer realidad las fantasías más perversas. Metida en medio de la nada, se dejaba llevar por el ritmo de la música. Sudor. Contoneos imposibles. Y más alcohol.

De pronto, perdió la conciencia del tiempo. No sabía si había pasado un segundo o una hora, pero había perdido toda cara conocida a su alrededor. Fue como un jarrón de agua fría. Se sintió sola rodeada de tanta gente. Notó cómo su pulso se aceleraba y los nervios se apoderaban de ella. No entendía por qué, pero sentía una necesidad enfermiza de abrazar a alguien.

Se abalanzó a su derecha, hacia la primera persona que encontró, instintivamente, sin mirar si quiera. Tras unos segundos de respiración forzada, notó que la entrada de aire había sido cortada en seco. Unos labios se estaban adueñando de ella. En cuanto fue consciente de ello, cerró con fuerza los ojos. No se atrevió a abrirlos hasta pasados unos pocos minutos, cuando su respiración se había calmado, casi por arte de magia.

En cuanto abrió los ojos, lo tuvo claro. Debería haber tomado unos cuantos cubatas menos. O quizás unos cuantos más...


Salió corriendo de aquellos brazos y se dispuso a abandonar la sala. Necesitaba aire fresco. No entendía qué había podido pasar durante aquel instante en que el tiempo se mezcló con otra dimensión distinta, pero se sentía extraña.


Y abrió la puerta de salida. Pisó la calle y vio la luz. Despuntaba el alba. Aquello estaba desierto. Pero había dejado de sentirse extraña de pronto. Aquella presión que sentía, había desaparecido. Junto a la desesperación y la asfixia. Parecía que, a los primeros rayos del día, aquello se había vuelto totalmente invisible.






miércoles, 23 de noviembre de 2011

2º Amanecer o un oasis llamado frenesí.


Este es un amanecer casero, con sabor a canela. De esos en los que despunta poco a poco el sol, tornando todo el cuarto poco a poco color crema. Un amanecer que regala, detalle a detalle, casi por fascículos, la imagen de esa persona.

***

Las sábanas blancas arrugadas, a modo de lienzo, se convertían en el soporte físico de la mayor obra de arte del mundo.

Ella acariciaba su pelo rebelde mientras él sonreía, pícaro, deslizándose suavemente hacia abajo. Recorría centímetro a centímetro su cuerpo. Conseguía despertarle los sentidos. Le hacía descubrir sentidos de los que, hasta entonces, desconocía la existencia...

Y, casi sin querer, provocaba fenómenos imposibles en una cama. Catástrofes naturales a pequeña gran escala. Sabía exactamente cómo hacerlo sin saber cómo. Era instinto. Puro y duro. Pero aquello parecía la obra de un dios.

Las venganzas pueden llegar a ser increíblemente dulces.

Y, tras unos segundos, el caos más armónico volvía a hacer acto de presencia entre aquellas sábanas. Y esta vez, con manos de seda, hasta parecía poesía. Los espasmos se volvían dulces junto a esos labios de caramelo.

Acabó llegando la calma. Y, de pronto, un estallar de risas eufóricas. Quién dijo miedo. Nunca fue tan divertido iniciar una revancha.

Poco a poco, el aire falta. O sobra. Del mismo modo que sobran las palabras. Los gemidos pueden convertirse en el lenguaje más claro. El frenesí invadió el cuarto. Y se respiraba el aroma a canela de los restos de la velas. Eran las seis y media de la mañana.

El sol invade poco a poco el cuarto, reflejando sus tonalidades en las paredes. Su respiración está todavía alterada. Su cuerpo bañado en sudor. Abre los ojos.

Las velas siguen desprendiendo ese olor a canela. La almohada huele increíblemente a caramelo. La busca desesperadamente. Pero no la halla. Ni tampoco el tacto sedoso de sus manos. Ya no respira de su aliento.

Como un oasis en medio de un desierto. Ella y su frenesí han desaparecido. Quizás ni si quiera existieron. Mira el reloj.

Desea morir.




Son las seis y veinticinco de la mañana.




30 Amaneceres.


1º Amanecer o cómo sacar una sonrisa de una chistera.

Este es un amanecer de noviembre, urbano, gris. El sol despierta a las siete y cuarenta y dos de la mañana, pero hasta horas después no hará firme acto de presencia. Se esconde tras el manto de nubes densas que envuelven el cielo.

***

Se levanta a las seis y cuarto de la mañana. Tiene visita a las ocho y cuarto en el hospital, para hacer terapia, pero no quiere dormirse. Así que se apresura a desayunar y prepararse. Nunca entiende por qué, pero siempre acaba saliendo tarde, a pesar de haberse levantado casi dos horas antes de su cita.

Sin embargo, hoy se siente positiva. Siente que va a comerse el mundo. Y puede que algún que otro labio. Siente la tontería matutina del enamoramiento quinceañero que, sin saber bien por qué, lleva días experimentando. El cielo es gris, pero ella lo ve rosa.

Tras el trayecto de tranvía, consigue aparecer en el hospital a las ocho y cinco. Es la primera. Se acerca al mostrador a preguntar a dos secretarias que parecen estar bien entretenidas en una apasionante conversación.

-Pues lo que te decía: Es que como sigan las cosas así, poco queda a hacer.

-Ya. Pero es que yo llamé. Y he vuelto a llamar hoy. Y lo dejé listo. Sigo sin entenderlo.

-Sí, bueno, ¿pero quedó lo otro atado? Porque...

Intenta interrumpir educadamente para saber si se halla en el lugar correcto, pero ninguna de las secretarias parece facilitarle la ocasión.

-Vamos a ver, yo le dejé el fax listo. Y llamé para comprobar. ¿Hablaste tú con el doctor?

Decide renunciar. Esas conversaciones la sacan de quicio.

Aparece una chica joven, cinco o seis años menor que ella, y se sienta. La observa por el rabillo del ojo, esperando encontrar el momento apropiado para iniciar el diálogo y cerciorarse de que ha venido en el momento y al lugar exactos. No parecen coincidir.

No hay nada en el mundo que la irrite más que la incomunicación verbal. Ya sea producida por el exceso o por su carencia.

Entra entonces una enfermera alta y delgada. Esbelta y bella, con la edad apropiada para presumir y al mismo tiempo hacerse respetar por ello. Tiene caché. Coloca elegantemente papel tras papel en los archivadores del mostrador, mirando de reojo a las dos cotorras empedernidas.

-Disculpe. -dice una voz juvenil. -Tengo hora para la terapia, ahora a las ocho y cuarto. ¿Estoy en el sitio indicado?

La chica joven se halla ahora en el mostrador, acallando a las dos mujeres. Se ha convertido en su ídola. Observa cómo las dos marujas buscan papel tras papel, desesperadamente, como quien busca la fórmula a memorizar antes de un examen.

La enfermera elegante se adelanta. Extiende un par de hojas grapadas a sus compañeras y les informa de su contenido. Una de las marujas decide entonces explicarle a la chica, mientras que la otra atiende una cola de tres personas que se ha formado en apenas unos segundos.

En cuanto acaba con la chica, ella se dirige al mostrador, para obtener la misma información. Entonces, la maruja número dos, vuelve a hablar con la maruja número uno. La cola puede esperar.

"Esto es indignante", piensa. Nota como, de pronto, su sangre parece empezar a hervir. No entiende cómo pueden existir personas tan incompetentes trabajando de cara al público. Tampoco entiende cómo pueden estar, precisamente, en un hospital. En un sitio donde lo que realmente se necesita es mano izquierda y lo que sobra es... cualquier cosa como lo que ahora mismo está presenciando.

Al cabo de un par de intervenciones, parece estar dispuesta a escucharla. Pero, oh, no. No aparece en las listas. "Tanta burocracia para que luego pasen estas cosas", piensa ella. "Como esto siga así, voy a enviar a todo el mundo a la mierda un rato".

No sabe bien qué decir, pero entonces la enfermera con caché se adelanta y le pregunta el nombre. Al contestar, identifica su ficha y se la entrega en mano con una sonrisa de oreja a oreja.

Se le enternece algo en el alma. Su sangre parece enfriarse poco a poco ahora.

Entra, en último lugar, una mujer de unos cuarenta y tantos años con uniforme. Encorvada, con expresión taciturna y sin brillo en los ojos. Con arrugas que muestran el hastío de sus años. No puede evitar entristecer al verla. De hecho, entristecería a cualquiera con un mínimo de empatía humana a su alrededor.

Y la enfermera esbelta, acaba su actuación. Mira a la mujer con cariño, al mismo tiempo muestra prudencia. Sonríe y dice entonces:

-¿Cómo vas de lo tuyo?

La mujer apenas alza la mirada.

-Bueno, voy haciendo. En fin, ni bien, ni mal, voy, simplemente. Voy haciendo.

A cualquiera que hubiera estado a kilómetros a la redonda, aquel intento de justificación le hubiera sabido a hiel. Hubiera sido un pequeño latigazo de redención por atreverse a preguntar. Pero no para esa enfermera. Ella simplemente sonríe. Enternecedoramente, arropando a todo el personal de esa sala. Corrigiendo lo incorregible sin apenas intentarlo.

"Existen personas que nacen para iluminar a otras con su luz.", reflexiona nuestra paciente, que siente cómo esa luz la invade, y le devuelve esa tontería matutina.

Y así, la enfermera siguió sonriendo. Sacando la luz a ese amanecer nubloso que hace apenas treinta minutos se ha iniciado.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Even Flow.

¿Por qué tienes tanto miedo a desnudar tu alma si de ella sólo salen cosas preciosas?

¿Por qué sientes que lo que debía haber sido el cielo se ha convertido en el infierno?

¿Por qué te estremeces ante la posibilidad de la duda si tú eres tu propio y único juez?

¿Por qué no quieres regalarte el mundo, aunque sólo sea por una vez?

Las respuestas siempre acaban estando en uno mismo.

A veces sólo hay que dejarlas fluir.






jueves, 3 de noviembre de 2011

Momentos.

Existen momentos en los que desearía tener todo el cariño del mundo rodeado en mis brazos.

Momentos en los que un 'te quiero' llenaría hasta el más profundo de los agujeros de mi alma.

Instantes en los que me perdería en caricias, y me encontraría en los besos y en los susurros.

Momentos en los que hacer el amor me parecería la definición más preciosa que un acto tan sucio como el sexo puede tener.

Pero este no es uno de ellos.

Más bien me decantaría por romper mi cuerpo a golpes de lascivia, como me enseñaron Los de Marras.

Da gusto no sentirse solo en eso de estar solo...





sábado, 22 de octubre de 2011

Too Much is Never Enough


Situarte en el límite para poder saborear la simpleza de la esencia.

Morir de dolor para poder sentirte vivo.

Soltar las riendas para no perder el control.

Odiar el amor. O, incluso, amar el odio.

Ironías de la vida.

^^






lunes, 17 de octubre de 2011

Darkness

Vuelvo a sentir el despertar de esa oscuridad dentro de mí.

Es como el grito ensordecedor que nadie puede acallar.

La noto nacer en las entrañas, expandiéndose por cada centímetro de mi ser.

No creí que volviera. Y menos con esta fuerza.

Se me excitan los sentidos.





jueves, 13 de octubre de 2011

This is Actually True Blood

Llega un momento en el que,

después de haber sangrado tanto

y durante demasiado tiempo

por todas y cada una de esas heridas,

cuando llega una nueva puñalada,

ya no sale ni una sola gota.



Como si nunca antes

hubiera habido sangre

corriendo por esas venas.



domingo, 9 de octubre de 2011

13 años

Han pasado trece años.

No sé cuándo naciste, porque, por desgracia, nuestros caminos se cruzaron más tarde.

Elegí uno de los nombres más bonitos que entonces conocía para regalártelo.

Desprendías un olor... Ese olor que tanto me gustaba, que me embriagaba. Que me hizo enamorarme de ti.

Pasaron los años.

Nuestros primeros dos o tres años juntas, fueron increíbles.

Te llegué a compartir, pero sabes que sólo fue con aquellas personas que realmente merecían estar contigo.

Y luego te dejé encerrada. Buscaba mil pretextos para huir de ti y no tener que verte. Te reemplacé por otras dos que llegaron con el tiempo.

Pero hoy, trece años después del día en que viniste a mi vida, he vuelto a por ti.

Y tú, tan agradecida como siempre, me has recibido con ese olor tuyo...

Ese olor a barniz y a madera que tanto me embriaga.

Han pasado trece años y sigues oliendo a nueva, sigues cautivando a cualquiera que pase frente a ti.

Hay gente que brilla con luz propia. Como una estrella. Esté donde esté, la trate como la trate la vida, esa luz no se apaga.

Tú eres lo más cercano a ello que he visto nunca.

Y estás hecha de madera...

sábado, 8 de octubre de 2011

viernes, 7 de octubre de 2011

36.

Abrió la puerta de casa, pronunciando su nombre una y otra vez.

Necesitaba pedirle perdón. Necesitaba decirle cuánto la había echado de menos.

Vio una nota en la mesa. Corrió a su cuarto.

Gritó su nombre.

No había nada que hacer. La habitación estaba vacía.

Como ella.


* * *

Y la piel de gallina. No puedo acabarla. No quiero.

jueves, 29 de septiembre de 2011

viernes, 23 de septiembre de 2011

96º de esencia volátil.

Me consumo.

Del mismo modo que se consume la vela una vez quemó su esencia.

Mi esencia...

96º que prenden a ritmo de vértigo.

Y del mismo modo que no llueve eternamente, tampoco una llama arde eternamente.




lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Y tú?

-¿Eres feliz?

-No lo sé. A veces me pregunto si de verdad he sentido la felicidad alguna vez, porque yo la imaginaba más duradera, pero me resulta demasiado efímera...

-¿Sonríes una vez al día?

-Sí.

-Me alegro. Una cosa más... ¿Sigues tocando la guitarra?


···

¿Y tú?

domingo, 18 de septiembre de 2011

Un domingo cualquiera...

  • Decides que ya es hora de pillar el toro por los cuernos.
  • Te das cuenta de que paradójicamente odias y necesitas madrugar al mismo tiempo.
  • Ves como poco a poco vas tomando direcciones, caminos, puertas...
  • Sacas a la luz tu lado más oficinista. Y funciona.
  • Encuentras pequeñas motivaciones que te hacen seguir.
Pero, sobre todo, decides que es ahora o nunca. Sí o sí. Ya han habido demasiados pasos atrás, demasiados miedos, demasiados... demasiados.

Portazo a las dudas.

Bienvenida, yo.




sábado, 3 de septiembre de 2011

martes, 23 de agosto de 2011

Stop Trying.

Cuando algo no funciona, no funciona. Punto y final.

Mientras más intente uno hacerlo funcionar, más grande es el batacazo. Y los daños colaterales.

No nos olvidemos de los daños colaterales. Esos son los peores. Pequeñas espinitas que salieron disparadas para acertar o no, a su libre albedrío. Sin ton ni son.

Por lo demás, hubo sol y cielo durante millones de años y lo seguirá habiendo. Hoy, mañana y pasado. Espero...

:)


martes, 16 de agosto de 2011

domingo, 14 de agosto de 2011

Ahumando los finales.

El placer de terminar un libro es igualmente proporcional a la melancolía y tristeza que uno siente al cerrar la contraportada.

Porque un pedacito de ti, si has sabido leer y vivir bien las lineas, se quedará en ellas para siempre.

Es una buena forma de morir lentamente.

Dejando unos pocos átomos de tu vida en cada letra, palabra, frase, oración, párrafo y capítulo de un libro.

Del mismo modo que hace un fumador cada vez que da una calada.

La cuestión es siempre terminarlo. El libro y el cigarro, vaya.

Pero a veces, el final duele. Como duele esa historia que te ha calado tanto... Para luego morir.

Como esa calada áspera que, sin querer, se coló con más intensidad de lo que se esperaba.

Y luego no veas para hacerlas salir...

Blurry - Puddle of Mudd

Blurry suena...

Y al mismo tiempo, una lágrima desciende por la mejilla derecha. Lenta, pero decidida. Acabará fundiéndose con el rojo sangre de la camisa, pero hoy no le importa morir.

Poco a poco, a la misma velocidad de la lágrima, aparecen, etéreos, varios recuerdos que ganarán masa e, irónicamente, le harán perder energía...

Se sumerge en el cielo vacío. En el cielo negro. Divisa a lo lejos una ciudad sembrada de luces, de movimiento, de caos. Está a más de 10 km de ella, pero siente vértigo. Como si estuviera en su corazón, en su centro neurálgico. Siente cada vibración, cada pulsación en el aire. Pero no siente nada.

Se encuentra tan vacía como el cielo, pero se ahoga al respirar. No queda nada en su interior pero, al mismo tiempo, se encuentra saturada de mezclas heterogéneas que prenden, como el gasóleo al contacto con una simple partícula, todo aquello que encuentran a su paso. ¿Por qué los seres humanos albergan el alma en su interior? Luego pasa lo que pasa... Y nadie puede evitarlo.

El blanco inmaculado de la barandilla parece querer resplandecer con más elegancia que nunca, con sarcasmo incluso, para una ocasión como esa. Se desprenden dos lágrimas de esos ojos almendrados, que hacen de luceros solitarios en un firmamento abandonado.

Y abandonándose al abandono toma su decisión. No volverá a permitir nunca más ni un ápice de dolor en su cuerpo, en su mente, en su ser. Quedará totalmente prohibido. No se lo merece. ¿Pero qué queda en ese triste mundo que valga lo suficiente para compensar a una inocencia tan pura?

No hay más opciones. Tiene que cortar de una vez por todas. Y así es como se acerca a lo que ella ansía como destino. Y se asoma para verlo bien de cerca. Su pulso, ya agitado, cobra aún más velocidad y, poco a poco, las lágrimas inundan su tez. Le tiemblan las manos y el alma, pero sólo necesita unos estúpidos segundos de equilibrio. El resto será pan comido.

"Venga, echémosle un par de huevos. No puede ser tan difícil."

Pero sí lo es. Porque, muy dentro de su ser siente algo, tenue pero intenso. Tiene miedo. Y el miedo nos hace sentir vivos, reales. Del mismo modo que lo hace el dolor.

Y así es como mientras observa la infinita silueta de la metrópolis allá a lo lejos, estalla en ira. No puede seguir ni un segundo más allí. Va en contra de su voluntad, de su esencia y de su sentido común, no puede engañarse. Es inocente, pero no estúpida. Nunca lo ha sido.

Pasan los segundos y allí sigue ella, recuperándose de la maratón más larga que haya recorrido nunca, sosteniendo a duras penas el aliento.

Y grita. Grita tan fuerte que hubiera podido sacar su alma perfectamente por la boca. Y quizás hasta lo consigue y, por unos instantes, se siente libre...

Una lágrima desciende ahora por la mejilla izquierda, esta vez más rápido. La siguen todo un ejército. Menudo, pero firme. Van todas a morir, se entregan todas con valor a su destino. Quizás para conmemorar aquel suceso, quizás para representar lo único que consiguió morir aquella noche.

Y Blurry sigue sonando...







-Gracias Johnny, por sacar cosas de mí que yacen enterradas desde hace años por montones de rocas llamadas vergüenza y dolor. Rocas que, después de todo, hasta se las lleva el viento...-

lunes, 1 de agosto de 2011

And That's How Time Flew away...

No sé si tiene sentido alguno todo esto ahora. Todo lo que queda tan lejano, tan etéreo. Porque, al fin y al cabo, la vida da tantas vueltas que lo que un día significó un mundo, al día siguiente pierde todo su esplendor, así sin más. Todo va y viene.

Y es que, desde la última entrada, han habido tantas idas y venidas que, sólo de pensarlo, me abrumo. Tantos sentimientos tan dispares que acoger en un mismo recodo que, al cerrar los ojos, todavía me estremezco. Tantos esquemas que encajar y otros tantos que derrumbar...

Si tuviera, aún así, que extraer una conclusión de todo esto, supongo que sería ciertamente positiva. Si bien el hecho de perderme en Belfast, ha hecho que me encontrara en varios puntos que no hubiera imaginado nunca, sé, gracias a todos y cada uno de esos segundos que han comprendido los nueve meses, que aún queda mucho por perder, buscar y encontrar.

Los retos me tientan...

martes, 10 de mayo de 2011

Y el tiempo vuela... Y mi mente también.

Cada vez que miro a la pantalla y veo cómo los días pasan cual estrella fugaz, se me estremece el cuerpo. Es una mezcla de emociones, un cóctel molotov a punto de ser encendido...

Y mientras escucho a Mr. Big recordándome que "Oh, baby, it's a wild world" y miro al cristal de mi ventanda, empapado de lluvia, mi subconsciente me dice que es mejor quedarse en la guarida, donde, ni la lluvia ni el mundo salvaje que me esperan fuera, puedan hacerme daño.

Pero por más que me acojone, apenas me queda café en el armario, por no decir que llevo ya dos paquetes de papel de liar robados a Esther, lo cual me hace reflexionar que quizás es un buen momento para salir a Tesco. Vamos, que no me quedan más cojones...

Tengo que escribir también un artículo para mi entrada al blog de mañana. Y la inspiración está escondida debajo de esas sábanas revueltas, alejándose de mi conocimiento y percepción.

Después de haber escuchado 'Broken Wings' de Mr. Mister y ahora que empieza 'Is this Love?' de Whitesnake, me doy cuenta de que he abandonado la esperanza. Y no es que esté frustrada por ello, creo que más bien es la indiferencia lo que se ha apoderado de mí. La sensación de que si todavía existe persona sobre la faz de la tierra que consiga que me pregunte si 'esto es amor?', debe ser tan extraña y al mismo tiempo especial, que podría considerarse perfectamente de otro planeta. Como yo.

Pero la vida me ha demostrado que no soy la única que se siente así, y eso, hasta cierto punto, me reconforta. Por mucho que Dani Martín y Amaia Montero me repitan una y otra vez que 'naces y vives solo', mi sentido común me dice que se pueden ir a cagar. El ser humano no es otra cosa que un animal social, en todos sus sentidos.

Esta puede parecer, a primera instancia, una entrada depresiva y melancólica. Puedo jurar que no es para nada así. Es un producto de lo que inconscientemente ha dejado salir mi mente, plasmándolo en palabras. Es, simplemente, una intentona de escritura libre que, sin saber muy bien por qué, ha empezado desde la primera palabra de este escrito.

En realidad no sé por qué la llaman escritura libre, si es de todo menos eso. La escritura nunca está sujeta a su propio libre albedrío, sino que se encuentra bajo la voluntad de aquel que la emplea. En todo caso, debería llamarse escritura liberadora, porque sí que es cierto que libera... ¡Vamos que si libera!

Y creo que mis escritos no son lo único sujeto a mis pensamientos, como es éste el caso, sino que también mi selección musical. O si no, ¿por qué Emilia me hace darme cuenta ahora mismo de que 'I'm a big, big girl in a big, big, world'?

Sí que es cierto... Todavía sigo siendo una niña grande, en un mundo más grande aún. Y eso me convierte en pequeña, ¿no es así? Pero tengo un presentimiento. Algo grande sucederá pronto. Algo tan grande que liberará mi interior, más aún de lo que lo hace esta escritura, y sacará lo mejor de mí. Y entonces dejaré de ser una niña grande, me convertiré en una persona grande. Y haré las cosas a lo grande. Porque sé que nací para eso, para hacer algo en este mundo, algo grande. Y el hecho de que sea consciente de que inconscientemente temo ese momento, dejará de ser un problema.

No me asustarán los retos, porque sé que, aunque algunos los tendré que perder, de otros muchos saldré victoriosa. No me dará miedo luchar por lo que quiero, porque aunque sé que en una guerra siempre se pierden batallas, ¡hasta la victoria siempre! Tampoco me preocupará lo que digan los demás, porque aunque adore gustar a la gente y sentirme reconfortada en los demás, sabré que me es más que suficiente con sentirme feliz conmigo misma. Nunca miraré atrás, porque entonces el refrán 'agua pasada no mueve molino' cobrará sentido en mi interior. Pero tampoco dejaré de mirarlo nunca, porque entenderé que hay cosas que nunca hay que dejar que caigan en el olvido, porque sirven para no cometer los mismos errores. Perderé el miedo al ridículo, al fracaso y a la decepción, porque me daré cuenta de que todas esas cosas son necesarias para seguir avanzando. Pero, sobre todo, cuando llegue el día, ese día en el que esté arriba del todo, en el que lo haya logrado, cerraré los ojos y sólo entonces lo veré claro. Entonces oiré a Jimmy Eat World, que me susurrará al oído 'can you still feel the butterflies?'

Y entonces, le responderé: claro, 'for me this is heaven'.


Aquí dejo las canciones. Después de haber leído de nuevo todo lo que escrito, creo que la mejor manera de entender todo esto es volviéndolo a leer, cuidadosamente, parando en cada momento en el que haya una cita y tomarse el tiempo necesario a escuchar cada canción, quedando empapado de su esencia...







Y, como no hay una traducción de 'For me this is Heaven', la incluyo yo misma...


The first star I see may not be a star.
We can't do a thing but wait.
So let's wait for one more.
The time such clumsy time in deciding if it's time.
I'm careful but not sure how it goes.
You can loose yourself in your courage.
The mindless comfort grows when I'm alone with my 'great' plans.
This is what she says gets her through it:
"If I don't let myself be happy now then when?"
If not now when?
When the time we have now ends.
When the big hand goes round again.
Can you still feel the butterflies?
Can you still hear the last goodnight?
Close my eyes and believe wherever you are, an angel for me.

···

La primera estrella que vea, puede que no sea una estrella.

No podemos hacer otra cosa que esperar.

Así que vamos a esperar una vez más.

Al tiempo, este torpe tiempo, para que decida si es el momento.

Voy con cuidado, pero no sé cómo funciona esto.

Puedes perderte a ti mismo en tu valor.

La comodidad conformista crece cuando estoy a solas con mis ‘grandes’ planes.

Ella dice que esto es lo que hace que mengüe:

“Si no me dejo ser feliz a mí misma ahora, ¿entonces cuándo?

Si no es ahora, ¿cuándo?

Cuando el tiempo que tenemos acabe.

Cuando el minutero dé otra vuelta.

¿Puedes sentir aun las mariposas?

¿Puedes oír el último ‘Buenas noches’?

Cierro los ojos y tengo la certeza de que, dónde quiera que estés, eres mi ángel.

martes, 12 de abril de 2011

Hoy podría haber sido uno de esos días en los que deseas no levantarte.

Pero he conseguido sobrellevarlo con dignidad.

Y es que la vuelta a 'casa' (y lo pongo entre comillas porque, como dicen Héroes del Silencio, me considero 'entre dos tierras') no ha sido nada fácil. Supongo que, como ya he dicho las veces necesarias, cuando uno no espera ni planea nada, las cosas que vienen son el doble de bien recibidas y valoradas.

Precisamente es eso lo que me ha pasado. El hecho de no decir nada a nadie significó no tener planes ni, de hecho, la menor idea de lo que iba a hacer o con quién. Por tanto, ningún plan fue añadido a mi lista. Pero, lo mejor de todo es que la cosa ha salido sobre ruedas. No, si al final aprenderé y todo...

Se me hizo más difícil de lo que imaginaba volar sola. Y ya ni hablemos de pisar tierra firme de nuevo. La suerte que tuve, eso sí, fue el cálido recibimiento por parte de mi compi y los que más tarde llegaron a casa.

Como bien dijo Andreu, y es una frase que me quedó grabada, "Bueno, has deixat els 'teus' enrera per trobar-te amb els 'teus' aquí". Y qué razón tiene. Aunque, claro, en ese momento tiene peso, pero poco a poco va perdiéndolo conforme pasan las horas y la soledad se apodera del tiempo.

El primer paso a superar fue dormir en esa, y perdonad mi lenguaje sucio y desvergonzado, cama de mierda, con su pertinente almohada de mierda en esta habitación de... Bueno, la habitación no está tan mal, después de todo.

El siguiente paso fue al cabo de unas horas, concretamente al levantarme a la mañana siguiente, es decir hoy, cuando el ya desvanecido dolor de cervicales volvió a la carga con esmero y entrega. Entonces fue cuando me acordé de mi querida madre. Y no, no es un sinónimo del conocido 'me acordé de mi X madre' o 'de la madre que me parió'. Realmente pensé en ella. Y básicamente, porque ayer por la noche me recordó con bastante insistencia que fuera al centro hoy por la tarde, después de clase, a por una almohada de esas decentes en el Primark, y no la mierda que tengo y me jode el cuello que da gusto.

Y así es, mamá, como me he levantado (A TIEMPO, aunque he estado a punto de dejarlo pasar y darme media vuelta) para ir a clase a las 10, imprimir luego unas cosas y volver a clase de nuevo, donde, por cierto, me he enterado que la OTAN aquí se llama NATO, cosa que me ha hecho mucha gracia y el profesor ha mencionado expresamente para mí, mostrando el interés que tiene por la cultura española. Un olé por él, por favor.

Bien, después de eso, he llegado a casa y me ha dado por escuchar a nuestra querida Tracy. ¿Por qué será? En el fondo creo que disfruto cortándome las venas. Sí, tiene que ser eso, definitivamente, porque otra explicación no encuentro. Masoca. Masoca de cojones.

En fin, para intentar arreglarlo, he intentado cocinar, preparando unos mejillones con palitos de cangrejo y Philadelphia. Y, vuelvo a insistir, digo 'intentando' porque, primero, no tenía nada en la nevera y me las he tenido que ver con los restos del congelador y, segundo, porque no recordaba que los mejillones estaban en agua con vinagre, por lo que cuando he empezado a comer lo que, se suponía, debía estar cremoso y suave al gusto, me he dado cuenta de que había algo que no cuadraba en el sabor. Mierda para mí. Y, lo siento, pero nunca mejor dicho. Resumiendo, he tenido que dejar lo de la comida a un lado, pues tal 'manjar' me resultaba incomible del todo. Y como las reservas de comida eran nulas, AJO y AGUA.

Lo cierto es que la mañana se me ha hecho eterna y gris. Y no hay peor combinación para un día, puedo asegurarlo. Entre la ñoña post-despedida/vuelta a la vida 'real' y que el día iba haciendo el tonto (ya conocemos todos los cambios de tiempo locos que tiene mi querido Belfast), se me ha hecho un inferno de todas todas.

Pero, y volviendo a mi querida madre, he recordado que, a ser posible, mañana me gustaría despertarme con cuello y nuca, por lo que me he decidido a ir al centro y comprar la bendita almohada, a la vez que pasar por Tesco y cargar un poco con básicos, y, por qué no, darme algún capricho.

¿Sabéis esos momentos en los que estás en un sitio, pero solamente de físico presente? Llevo todo el día así. Estoy, pero no estoy. Siento, pero no siento. Oigo, pero no oigo. Pienso, pero preferiría no pensar. Sería más sano. Yaya, qué razón tienes con tu 'Si quieres ser feliz como dices, ¡no analices!'. AMÉN.

En fin, ya me podrían haber dado 1.000.000 de libras esta tarde y decirme que puedo gastármelo en lo que quiera que, después de pasearme por todas las tiendas, hubiera seguido con las manos vacías y el presupuesto intacto. ¡Qué desastre! Con decir que he visto una cami de Jimi Hendrix en Primark por 10 libras y me he probado una 40 (porque la 38 la veía estrecha) y, como me quedaba grande, ni si quiera he cogido una talla menos para comparar, sino que he abandonado directamente...

Pues, después de vagar por el centro un rato (y habiendo comprado la dichosa almohada), me he comprado un par de revistas y he ido a comprar al Tesco. Como apenas había comido, la vuelta se me ha hecho un infierno, sentía que no podía con mi alma. Por suerte, 'yo llego a casa por mis huevos, y pa huevos los míos'.

Y así ha sido como he llegado, con el alma, y en general todo mi cuerpo, por los suelos. Una buena charlita me ha animado un poco. Bueno, eso y las tres chocolatinas a las 7 de la tarde. ¡Endorfinas para el cuerpo! Seguidamente, un poco de 'Glamour' y... ¿Va a ser que tocará cenar algo, no?

¿Dónde quedaron esas bravas y la Tostá? Alguien me puede coser a tiros, ¿por favor? Qué depresión...

Pero oye, ponte a preparar algo y deja de lamentarte, cojones, a ver si te quitas el síndrome post-viaje y te dejas de tonterías. Y nada, en honor a la comida del Jueves, un poco de pavo con cebollita frita, champiñones y nata líquida. Eso, Sarita, tú sigue evocando a la Mami... ¡Serás Peter Pan!

Y nada, aquí estamos pese a todo. Y no ha sido mi día, eso está claro, pero podría haber sido peor. Hoy podría haber sido uno de esos días en los que deseas no levantarte. Pero no. No lo ha sido. Eso sí, doy mi día de hoy por acabado. Lo necesito. Y, sobre todo, necesito probar esa almohada nueva... ¿Hará milagros?

Bueno, yo con dormir la mitad de bien que estos días, firmo. Porque... Como en casa...

;)

Se os quiere.

viernes, 1 de abril de 2011

Sobre los madrugones

Qué mal me sienta madrugar.

Desde tiempos inmemoriales, levantarme a una hora "decente" ha sido uno de los pesares más grandes al que me he tenido que enfrentar a diario.
Si bien es cierto que, cuando era una enana, disfrutaba abandonando mi cama a las ocho de la mañana (incluídos fines de semana), amargando a todo aquel que estuviera durmiendo todavía (es decir, a mis queridos padres), creo que me duró lo justo para conservar un bonito y pasado (muy pasado) recuerdo de infancia. De hecho, yo ni me acuerdo.

Creo que lo mío siempre ha sido eso del "ave nocturna", heredado posiblemente de mi madre, a diferencia de que ella sí se levanta pronto por la mañana aun y habiéndose metido a las tantas en la cama. Yo, por el contrario, siempre tengo un mínimo de horas para dormir (hasta en la siesta) y, claro, si he estado viendo películas hasta las cuatro de la mañana, eso de levantarme a las nueve sería lo más cercano a un milagro que se haya visto sobre la faz de la tierra.

Por curioso que parezca, tengo más que comprobado que mi habilidad para aguantar despierta toda la noche (o incluso todo el día siguiente) cuando me lo propongo, es infinitas veces mejor que la de dormir tan sólo cuatro horas e intentar, y remarco, INTENTAR, levantarme. Mis trasnochos son fetén y sólo necesito de un par de cafés para llevarlos a cabo, mientras que para despertarme habiendo dormido poco necesito, por lo menos, tres despertadores colocados en puntos estratégicos de la habitación que me obliguen a andar dos metros cada uno, como mínimo, para irme despejando. Y, evidentemente, uno de ellos necesita tener una maza incorporada para que, al accionarse y golpear mi cabeza, decida que es el momento apropiado para sacar el culo del sobre e ir a por un gelocatil para ir previniendo los posibles dolores que, seguramente en breve, empezarán a comerme.

Resumiendo, que esto de sacar mi cuerpo de ese saquito mullido de calor y paz me es mucho más complicado de lo que más de uno puede imaginar. Me baso en la filosofía popular de que para "meterlo" y al cabo de poco "sacarlo" definitivamente, no vale la pena. ¿Para qué sufrir y quedarse con las ganas de más? Creo que debería ir a por chocolate...

A pesar de todo, y a pesar de lo mucho que me cuesta, hoy he conseguido levantarme (tres cuartos de hora) después de que sonara el despertador. Evidentemente, he tenido quince minutos para vestirme, desayunar algo (lo primero es lo primero) y salir para clase. Las consecuencias han sido semi-devastadoras, puesto que, obviamente, he llegado a clase, pero ha sido con quince minutos de retraso.

Pero, en el fondo, creo en el Karma, y esa estúpida idea que defiende las buenas acciones (puesto que se verán recompensadas, al mismo tiempo que descarta las "fechorías", que también son "recompensadas" pero de una forma no tan agradable, claro... ) y, una vez más, se me ha demostrado que no voy mal encaminada, ya que, al poco de sentarme en clase, la profesora ha levantado una bolsa llena de mini-twix, mini-mars, mini-snickers y otras muchas guarreridas y ha dicho: "I think Sara didn't get one!" (Creo que Sara no ha cogido), pasando la bolsa para que mis compañeros me la acercaran.

No obstante, aquí hay algo que no me gusta, porque, si bien he sido recompensada (y doy gracias por ello), el Karma entiende de proporcionalidad, es decir, otorga castigos y premios de la misma proporción que el acto.

Vamos a ver, Karma de mierda, ¿me estás insinuando que mi esfuerzo cabe en una barrita de 18 gr? ¡Vete a tomar por saco! ¡No me juzgues tío, no sabes por lo que he pasado! xD

Bueno, al menos sabes que el chocolate me pierde... Y lo cierto es que me ha entrado de coña al salir de clase. Si es que aquí, quien no se consuela, es porque no quiere. Con un poco de suerte, el día que consiga meterme en la cama a las cinco y levantarme a las ocho para ir a clase a las diez de la mañana, la profesora me sorprende con una barra de Mars enorme, que me durará toda una semana por lo menos...

Quizás vale la pena intentarlo, sólo por ver si el Karma cumple. Después de todo, si hay chocolate por en medio, ¿quién dijo miedo? ;)

jueves, 31 de marzo de 2011

Cooking Guide XII

Mi primer estofado


Esta cosa que se puede semi-apreciar en la foto es mi primer estofado jajaja
Aquí la olla ya está por la mitad, pero lo cierto es que hice cantidad suficiente para llenarla toda, lo que pasa es que estaba (y siempre con modestia) tan y tan bueeeeeeeno que tuve que obligarme a hacerle una foto antes de comérmelo todo (2 o 3 comidas, si llegó).

La idea surge un domingo (¿para qué están los domingos si no para hacer lo que uno no puede durante la semana?), cuando a Sara se le enciende la bombilla y piensa: "¿Y por qué no aprovecho que los 600 gramos de ternera para estofar me caducan mañana para cocinar algo a lo grande y así ya tengo para comer unos días?"

Total, que abrimos el armario y vemos latas y latas de piña en rodajas y... esto... nada más xD

Con el apuro, pasamos a la nevera y vemos 2 paquetes de 300gr de Philadelphia Light y una bolsita a medias de lo que esta gente llama 'Stir Fry', que básicamente son 'verduritas' para freír. Y digo 'verduritas' porque el tamaño es bastante considerable... Pero, oye, ¿qué más da? El estudiante hace locuras por poder comer, llámese sobrevivir a base de McDonald's o bandejas de lasaña o pizza congelada. O, incluso, si quiere cuidar el tipo, tiene cantidades industriales de varitas de merluza como oro en paño en el congelador...

De hecho, no sé de dónde viene esta pasión por la comida congelada. Imagino que por eso de congelar los 'ahorros', dado que, si bien es más barato comprar fresco y cocinar, sí que, en proporción, sale más barato comprar 3 pizzas por 4 libras (que nos darían para 3 cenas o comidas) que irse al KFC a por un menú de, mínimo, 5 libras que nos dará para un sólo festín. Pero eso no importa ahora, volvamos a mi precioso, casero y, sobre todo, BARATO, estofado.

La cuestión es que después de añadir una cebolla (como 0.10 libras) cortadita fina, el Stir Fry (1 libra la bolsa, estaba por la mitad, es decir 0.5 libras) y la ternera (3 libras los 600 gramos), una piensa en la piña del armario, y se dedica a cortar 3 rodajas a trocitos 'finos' (la lata en la que vienen 9 rodajas sale por 0.38, es decir, unos 13 peniques las 3 rodajas) y a añadir el liquidillo por aquello de 'A VER QUÉ PASA'. Además, para qué engañarlo, me quedaban sólo 3 rodajas en la lata, el líquido estaba todo ahí y... joder, SOY CATALANA, ¿VALE? ;)

Bueno, después de toda esta parafernalia, para darle un toque cremoso (o para cualquier otro uso), una siempre cuenta con Philadelphia, que, a parte de estar tremendo en el bocata (desde que era un moco me encantaba ir a casa de Laura y merendar bocadillo de Philadelphia, porque en casa no había ¬¬), está tremendo con cualquier cosa... Siempre mejora aquello que estés haciendo, por muy increíble que esté. Es alucinante... En fin, puse como un tercio de tarrina (es decir, 100 gr, por 50 peniques, dado que la tarrina entera era 1.5 de oferta) y entre la Philadelhpia deshecha y el caldillo del almíbar, la cosa se puso a cocer durante unos minutos.

¿El resultado? Una de mis obras maestras (otra más, vaya jajajaja) que tenía un sabor exquisito, una textura suave y tierna y era 100% equilibrada. En serio que hice comida para, por lo menos comer y cenar bien 2 días. Si llegó a pasar el día y medio, doy gracias, porque estaba tan rico que era imposible dejar de comerlo...

¿Lo mejor de todo? El precio. Puesto que, por lo menos, me duró 2 comidas y una cena (a lo ansias, es decir, cantidades industriales), la cosa sale tirada de precio. Si sumamos todos los ingredientes utilizados y su correspondiente valor, la cosa se nos queda en: 0.1+ 0.5+ 3+ 0.13+ 0.5 = 4.23

Vale, comerte 3 pizzas sale 23 peniques más barato pero... 2 reflexiones:

1) El estofado estaba 100% libre de grasa (quitando a un lado la presente en la ternera de forma 'natural' y la que podría tener el queso Philadelphia) y aportaba muchos más nutrientes esenciales (no olvidemos que, a parte de las proteínas, tenemos vitaminas y calcio) que nuestra querida pizza y sus hidratos de carbono ;)

2) Qué cojones, ¡me pegué un festival cocinando que yo creo que compensa totalmente! Y es que cocinar uno mismo tiene sus puntos positivos, entre otros:
  1. Desconectar del mundo por un momento.
  2. Relajarse haciendo algo divertido.
  3. Superarse a sí mismo.
  4. Permite inventar, crear o innovar!
  5. Y... para qué negarlo, si sale bueno, te sientes el puto amo :)

Dicho esto, no me seáis vagos! A cocinar más y menos visitas a la sección de congelados o a la página web de Domino's para pedir las pizzas a domicilio... Menuda vergüenza!!!

Hablando de Domino's, no quiero ni imaginar la cantidad de porquería que llevan esas pizzas... Comparado con mi súper estofado, tan sano y sabroso y equilibrado... :) De hecho, creo que el otro día me llegó un cupón de descuento para las pizzas familiares!! Y se creen que voy a usarlo??? Ni de coña, van listos!! Sólo porque una pizza familiar, que normalmente está a 15 libras, me cueste 7.50 esta vez, no pienso caer. Menuda estrategia comercial... ¡Antes mi orgullo!
Encima, no sé cómo se lo montan, porque a pesar de meter tantas guarradas, están tan y taaaaaaan ricas... Especialmente la barbacoa... está deliciosa. Se me hace la boca agua sólo de pensarlo. Mmmm... ¿¿dónde estará ese vale?? Mierda, tengo que encontrarlo...

¡Ahá! Estaba escondido en un cajón de la cocina... Menudos cabrones, mis compañeros de pisos... ¡Querían quedárselo para ellos! Pues lo llevan claro, éste va a ser para mí. A ver cuándo caduca...

HOY?¿?¿??? Que le den por saco al estofado y a la cocina!!

Pues eso, que cocinéis muy a gusto, pringados, que yo me voy a comer una megapizza familiar a mitad de precio y a vuestra salud ;)

Y que viva la vida estudiantil!!

PAZ.