martes, 12 de abril de 2011

Hoy podría haber sido uno de esos días en los que deseas no levantarte.

Pero he conseguido sobrellevarlo con dignidad.

Y es que la vuelta a 'casa' (y lo pongo entre comillas porque, como dicen Héroes del Silencio, me considero 'entre dos tierras') no ha sido nada fácil. Supongo que, como ya he dicho las veces necesarias, cuando uno no espera ni planea nada, las cosas que vienen son el doble de bien recibidas y valoradas.

Precisamente es eso lo que me ha pasado. El hecho de no decir nada a nadie significó no tener planes ni, de hecho, la menor idea de lo que iba a hacer o con quién. Por tanto, ningún plan fue añadido a mi lista. Pero, lo mejor de todo es que la cosa ha salido sobre ruedas. No, si al final aprenderé y todo...

Se me hizo más difícil de lo que imaginaba volar sola. Y ya ni hablemos de pisar tierra firme de nuevo. La suerte que tuve, eso sí, fue el cálido recibimiento por parte de mi compi y los que más tarde llegaron a casa.

Como bien dijo Andreu, y es una frase que me quedó grabada, "Bueno, has deixat els 'teus' enrera per trobar-te amb els 'teus' aquí". Y qué razón tiene. Aunque, claro, en ese momento tiene peso, pero poco a poco va perdiéndolo conforme pasan las horas y la soledad se apodera del tiempo.

El primer paso a superar fue dormir en esa, y perdonad mi lenguaje sucio y desvergonzado, cama de mierda, con su pertinente almohada de mierda en esta habitación de... Bueno, la habitación no está tan mal, después de todo.

El siguiente paso fue al cabo de unas horas, concretamente al levantarme a la mañana siguiente, es decir hoy, cuando el ya desvanecido dolor de cervicales volvió a la carga con esmero y entrega. Entonces fue cuando me acordé de mi querida madre. Y no, no es un sinónimo del conocido 'me acordé de mi X madre' o 'de la madre que me parió'. Realmente pensé en ella. Y básicamente, porque ayer por la noche me recordó con bastante insistencia que fuera al centro hoy por la tarde, después de clase, a por una almohada de esas decentes en el Primark, y no la mierda que tengo y me jode el cuello que da gusto.

Y así es, mamá, como me he levantado (A TIEMPO, aunque he estado a punto de dejarlo pasar y darme media vuelta) para ir a clase a las 10, imprimir luego unas cosas y volver a clase de nuevo, donde, por cierto, me he enterado que la OTAN aquí se llama NATO, cosa que me ha hecho mucha gracia y el profesor ha mencionado expresamente para mí, mostrando el interés que tiene por la cultura española. Un olé por él, por favor.

Bien, después de eso, he llegado a casa y me ha dado por escuchar a nuestra querida Tracy. ¿Por qué será? En el fondo creo que disfruto cortándome las venas. Sí, tiene que ser eso, definitivamente, porque otra explicación no encuentro. Masoca. Masoca de cojones.

En fin, para intentar arreglarlo, he intentado cocinar, preparando unos mejillones con palitos de cangrejo y Philadelphia. Y, vuelvo a insistir, digo 'intentando' porque, primero, no tenía nada en la nevera y me las he tenido que ver con los restos del congelador y, segundo, porque no recordaba que los mejillones estaban en agua con vinagre, por lo que cuando he empezado a comer lo que, se suponía, debía estar cremoso y suave al gusto, me he dado cuenta de que había algo que no cuadraba en el sabor. Mierda para mí. Y, lo siento, pero nunca mejor dicho. Resumiendo, he tenido que dejar lo de la comida a un lado, pues tal 'manjar' me resultaba incomible del todo. Y como las reservas de comida eran nulas, AJO y AGUA.

Lo cierto es que la mañana se me ha hecho eterna y gris. Y no hay peor combinación para un día, puedo asegurarlo. Entre la ñoña post-despedida/vuelta a la vida 'real' y que el día iba haciendo el tonto (ya conocemos todos los cambios de tiempo locos que tiene mi querido Belfast), se me ha hecho un inferno de todas todas.

Pero, y volviendo a mi querida madre, he recordado que, a ser posible, mañana me gustaría despertarme con cuello y nuca, por lo que me he decidido a ir al centro y comprar la bendita almohada, a la vez que pasar por Tesco y cargar un poco con básicos, y, por qué no, darme algún capricho.

¿Sabéis esos momentos en los que estás en un sitio, pero solamente de físico presente? Llevo todo el día así. Estoy, pero no estoy. Siento, pero no siento. Oigo, pero no oigo. Pienso, pero preferiría no pensar. Sería más sano. Yaya, qué razón tienes con tu 'Si quieres ser feliz como dices, ¡no analices!'. AMÉN.

En fin, ya me podrían haber dado 1.000.000 de libras esta tarde y decirme que puedo gastármelo en lo que quiera que, después de pasearme por todas las tiendas, hubiera seguido con las manos vacías y el presupuesto intacto. ¡Qué desastre! Con decir que he visto una cami de Jimi Hendrix en Primark por 10 libras y me he probado una 40 (porque la 38 la veía estrecha) y, como me quedaba grande, ni si quiera he cogido una talla menos para comparar, sino que he abandonado directamente...

Pues, después de vagar por el centro un rato (y habiendo comprado la dichosa almohada), me he comprado un par de revistas y he ido a comprar al Tesco. Como apenas había comido, la vuelta se me ha hecho un infierno, sentía que no podía con mi alma. Por suerte, 'yo llego a casa por mis huevos, y pa huevos los míos'.

Y así ha sido como he llegado, con el alma, y en general todo mi cuerpo, por los suelos. Una buena charlita me ha animado un poco. Bueno, eso y las tres chocolatinas a las 7 de la tarde. ¡Endorfinas para el cuerpo! Seguidamente, un poco de 'Glamour' y... ¿Va a ser que tocará cenar algo, no?

¿Dónde quedaron esas bravas y la Tostá? Alguien me puede coser a tiros, ¿por favor? Qué depresión...

Pero oye, ponte a preparar algo y deja de lamentarte, cojones, a ver si te quitas el síndrome post-viaje y te dejas de tonterías. Y nada, en honor a la comida del Jueves, un poco de pavo con cebollita frita, champiñones y nata líquida. Eso, Sarita, tú sigue evocando a la Mami... ¡Serás Peter Pan!

Y nada, aquí estamos pese a todo. Y no ha sido mi día, eso está claro, pero podría haber sido peor. Hoy podría haber sido uno de esos días en los que deseas no levantarte. Pero no. No lo ha sido. Eso sí, doy mi día de hoy por acabado. Lo necesito. Y, sobre todo, necesito probar esa almohada nueva... ¿Hará milagros?

Bueno, yo con dormir la mitad de bien que estos días, firmo. Porque... Como en casa...

;)

Se os quiere.

viernes, 1 de abril de 2011

Sobre los madrugones

Qué mal me sienta madrugar.

Desde tiempos inmemoriales, levantarme a una hora "decente" ha sido uno de los pesares más grandes al que me he tenido que enfrentar a diario.
Si bien es cierto que, cuando era una enana, disfrutaba abandonando mi cama a las ocho de la mañana (incluídos fines de semana), amargando a todo aquel que estuviera durmiendo todavía (es decir, a mis queridos padres), creo que me duró lo justo para conservar un bonito y pasado (muy pasado) recuerdo de infancia. De hecho, yo ni me acuerdo.

Creo que lo mío siempre ha sido eso del "ave nocturna", heredado posiblemente de mi madre, a diferencia de que ella sí se levanta pronto por la mañana aun y habiéndose metido a las tantas en la cama. Yo, por el contrario, siempre tengo un mínimo de horas para dormir (hasta en la siesta) y, claro, si he estado viendo películas hasta las cuatro de la mañana, eso de levantarme a las nueve sería lo más cercano a un milagro que se haya visto sobre la faz de la tierra.

Por curioso que parezca, tengo más que comprobado que mi habilidad para aguantar despierta toda la noche (o incluso todo el día siguiente) cuando me lo propongo, es infinitas veces mejor que la de dormir tan sólo cuatro horas e intentar, y remarco, INTENTAR, levantarme. Mis trasnochos son fetén y sólo necesito de un par de cafés para llevarlos a cabo, mientras que para despertarme habiendo dormido poco necesito, por lo menos, tres despertadores colocados en puntos estratégicos de la habitación que me obliguen a andar dos metros cada uno, como mínimo, para irme despejando. Y, evidentemente, uno de ellos necesita tener una maza incorporada para que, al accionarse y golpear mi cabeza, decida que es el momento apropiado para sacar el culo del sobre e ir a por un gelocatil para ir previniendo los posibles dolores que, seguramente en breve, empezarán a comerme.

Resumiendo, que esto de sacar mi cuerpo de ese saquito mullido de calor y paz me es mucho más complicado de lo que más de uno puede imaginar. Me baso en la filosofía popular de que para "meterlo" y al cabo de poco "sacarlo" definitivamente, no vale la pena. ¿Para qué sufrir y quedarse con las ganas de más? Creo que debería ir a por chocolate...

A pesar de todo, y a pesar de lo mucho que me cuesta, hoy he conseguido levantarme (tres cuartos de hora) después de que sonara el despertador. Evidentemente, he tenido quince minutos para vestirme, desayunar algo (lo primero es lo primero) y salir para clase. Las consecuencias han sido semi-devastadoras, puesto que, obviamente, he llegado a clase, pero ha sido con quince minutos de retraso.

Pero, en el fondo, creo en el Karma, y esa estúpida idea que defiende las buenas acciones (puesto que se verán recompensadas, al mismo tiempo que descarta las "fechorías", que también son "recompensadas" pero de una forma no tan agradable, claro... ) y, una vez más, se me ha demostrado que no voy mal encaminada, ya que, al poco de sentarme en clase, la profesora ha levantado una bolsa llena de mini-twix, mini-mars, mini-snickers y otras muchas guarreridas y ha dicho: "I think Sara didn't get one!" (Creo que Sara no ha cogido), pasando la bolsa para que mis compañeros me la acercaran.

No obstante, aquí hay algo que no me gusta, porque, si bien he sido recompensada (y doy gracias por ello), el Karma entiende de proporcionalidad, es decir, otorga castigos y premios de la misma proporción que el acto.

Vamos a ver, Karma de mierda, ¿me estás insinuando que mi esfuerzo cabe en una barrita de 18 gr? ¡Vete a tomar por saco! ¡No me juzgues tío, no sabes por lo que he pasado! xD

Bueno, al menos sabes que el chocolate me pierde... Y lo cierto es que me ha entrado de coña al salir de clase. Si es que aquí, quien no se consuela, es porque no quiere. Con un poco de suerte, el día que consiga meterme en la cama a las cinco y levantarme a las ocho para ir a clase a las diez de la mañana, la profesora me sorprende con una barra de Mars enorme, que me durará toda una semana por lo menos...

Quizás vale la pena intentarlo, sólo por ver si el Karma cumple. Después de todo, si hay chocolate por en medio, ¿quién dijo miedo? ;)