miércoles, 23 de noviembre de 2011

2º Amanecer o un oasis llamado frenesí.


Este es un amanecer casero, con sabor a canela. De esos en los que despunta poco a poco el sol, tornando todo el cuarto poco a poco color crema. Un amanecer que regala, detalle a detalle, casi por fascículos, la imagen de esa persona.

***

Las sábanas blancas arrugadas, a modo de lienzo, se convertían en el soporte físico de la mayor obra de arte del mundo.

Ella acariciaba su pelo rebelde mientras él sonreía, pícaro, deslizándose suavemente hacia abajo. Recorría centímetro a centímetro su cuerpo. Conseguía despertarle los sentidos. Le hacía descubrir sentidos de los que, hasta entonces, desconocía la existencia...

Y, casi sin querer, provocaba fenómenos imposibles en una cama. Catástrofes naturales a pequeña gran escala. Sabía exactamente cómo hacerlo sin saber cómo. Era instinto. Puro y duro. Pero aquello parecía la obra de un dios.

Las venganzas pueden llegar a ser increíblemente dulces.

Y, tras unos segundos, el caos más armónico volvía a hacer acto de presencia entre aquellas sábanas. Y esta vez, con manos de seda, hasta parecía poesía. Los espasmos se volvían dulces junto a esos labios de caramelo.

Acabó llegando la calma. Y, de pronto, un estallar de risas eufóricas. Quién dijo miedo. Nunca fue tan divertido iniciar una revancha.

Poco a poco, el aire falta. O sobra. Del mismo modo que sobran las palabras. Los gemidos pueden convertirse en el lenguaje más claro. El frenesí invadió el cuarto. Y se respiraba el aroma a canela de los restos de la velas. Eran las seis y media de la mañana.

El sol invade poco a poco el cuarto, reflejando sus tonalidades en las paredes. Su respiración está todavía alterada. Su cuerpo bañado en sudor. Abre los ojos.

Las velas siguen desprendiendo ese olor a canela. La almohada huele increíblemente a caramelo. La busca desesperadamente. Pero no la halla. Ni tampoco el tacto sedoso de sus manos. Ya no respira de su aliento.

Como un oasis en medio de un desierto. Ella y su frenesí han desaparecido. Quizás ni si quiera existieron. Mira el reloj.

Desea morir.




Son las seis y veinticinco de la mañana.




1 comentario:

  1. Es que no tengo más que decir que lo mismo, aunque pareca una rayada... ME ENCANTA! La descripción del momento, la contradicción de lo dulce con lo brusco, los sentimientos, todo! Me ha gustado mucho esta frase: "Catástrofes naturales a pequeña gran escala"
    Tengo muchas ganas de que sigas, de que actualices con otro *.* Me gusta mucho como escribes jaja

    Un besooooo muy fuerte :)

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