domingo, 14 de agosto de 2011

Ahumando los finales.

El placer de terminar un libro es igualmente proporcional a la melancolía y tristeza que uno siente al cerrar la contraportada.

Porque un pedacito de ti, si has sabido leer y vivir bien las lineas, se quedará en ellas para siempre.

Es una buena forma de morir lentamente.

Dejando unos pocos átomos de tu vida en cada letra, palabra, frase, oración, párrafo y capítulo de un libro.

Del mismo modo que hace un fumador cada vez que da una calada.

La cuestión es siempre terminarlo. El libro y el cigarro, vaya.

Pero a veces, el final duele. Como duele esa historia que te ha calado tanto... Para luego morir.

Como esa calada áspera que, sin querer, se coló con más intensidad de lo que se esperaba.

Y luego no veas para hacerlas salir...

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