viernes, 1 de abril de 2011

Sobre los madrugones

Qué mal me sienta madrugar.

Desde tiempos inmemoriales, levantarme a una hora "decente" ha sido uno de los pesares más grandes al que me he tenido que enfrentar a diario.
Si bien es cierto que, cuando era una enana, disfrutaba abandonando mi cama a las ocho de la mañana (incluídos fines de semana), amargando a todo aquel que estuviera durmiendo todavía (es decir, a mis queridos padres), creo que me duró lo justo para conservar un bonito y pasado (muy pasado) recuerdo de infancia. De hecho, yo ni me acuerdo.

Creo que lo mío siempre ha sido eso del "ave nocturna", heredado posiblemente de mi madre, a diferencia de que ella sí se levanta pronto por la mañana aun y habiéndose metido a las tantas en la cama. Yo, por el contrario, siempre tengo un mínimo de horas para dormir (hasta en la siesta) y, claro, si he estado viendo películas hasta las cuatro de la mañana, eso de levantarme a las nueve sería lo más cercano a un milagro que se haya visto sobre la faz de la tierra.

Por curioso que parezca, tengo más que comprobado que mi habilidad para aguantar despierta toda la noche (o incluso todo el día siguiente) cuando me lo propongo, es infinitas veces mejor que la de dormir tan sólo cuatro horas e intentar, y remarco, INTENTAR, levantarme. Mis trasnochos son fetén y sólo necesito de un par de cafés para llevarlos a cabo, mientras que para despertarme habiendo dormido poco necesito, por lo menos, tres despertadores colocados en puntos estratégicos de la habitación que me obliguen a andar dos metros cada uno, como mínimo, para irme despejando. Y, evidentemente, uno de ellos necesita tener una maza incorporada para que, al accionarse y golpear mi cabeza, decida que es el momento apropiado para sacar el culo del sobre e ir a por un gelocatil para ir previniendo los posibles dolores que, seguramente en breve, empezarán a comerme.

Resumiendo, que esto de sacar mi cuerpo de ese saquito mullido de calor y paz me es mucho más complicado de lo que más de uno puede imaginar. Me baso en la filosofía popular de que para "meterlo" y al cabo de poco "sacarlo" definitivamente, no vale la pena. ¿Para qué sufrir y quedarse con las ganas de más? Creo que debería ir a por chocolate...

A pesar de todo, y a pesar de lo mucho que me cuesta, hoy he conseguido levantarme (tres cuartos de hora) después de que sonara el despertador. Evidentemente, he tenido quince minutos para vestirme, desayunar algo (lo primero es lo primero) y salir para clase. Las consecuencias han sido semi-devastadoras, puesto que, obviamente, he llegado a clase, pero ha sido con quince minutos de retraso.

Pero, en el fondo, creo en el Karma, y esa estúpida idea que defiende las buenas acciones (puesto que se verán recompensadas, al mismo tiempo que descarta las "fechorías", que también son "recompensadas" pero de una forma no tan agradable, claro... ) y, una vez más, se me ha demostrado que no voy mal encaminada, ya que, al poco de sentarme en clase, la profesora ha levantado una bolsa llena de mini-twix, mini-mars, mini-snickers y otras muchas guarreridas y ha dicho: "I think Sara didn't get one!" (Creo que Sara no ha cogido), pasando la bolsa para que mis compañeros me la acercaran.

No obstante, aquí hay algo que no me gusta, porque, si bien he sido recompensada (y doy gracias por ello), el Karma entiende de proporcionalidad, es decir, otorga castigos y premios de la misma proporción que el acto.

Vamos a ver, Karma de mierda, ¿me estás insinuando que mi esfuerzo cabe en una barrita de 18 gr? ¡Vete a tomar por saco! ¡No me juzgues tío, no sabes por lo que he pasado! xD

Bueno, al menos sabes que el chocolate me pierde... Y lo cierto es que me ha entrado de coña al salir de clase. Si es que aquí, quien no se consuela, es porque no quiere. Con un poco de suerte, el día que consiga meterme en la cama a las cinco y levantarme a las ocho para ir a clase a las diez de la mañana, la profesora me sorprende con una barra de Mars enorme, que me durará toda una semana por lo menos...

Quizás vale la pena intentarlo, sólo por ver si el Karma cumple. Después de todo, si hay chocolate por en medio, ¿quién dijo miedo? ;)

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