miércoles, 14 de marzo de 2012

15º Amanecer


***

Una vez nos tomaron nota, giré automáticamente mi cabeza hacia la ventana, distrayéndome y evitando ser yo quien iniciara conversación alguna. Sabía que tarde o temprano debía volver a mirar a la persona que tenía en frente, iba a ser cuestión de minutos, o segundos tal vez, pero prefería alargarlo lo máximo posible. No estaba segura de que la niebla que observaba a través de los cristales fuera un fenómeno casual.

Fueron necesarios exactamente cincuenta y tres segundos para que el camarero volviera a la mesa con todo el pedido a punto. Dos cafés con leche humeaban ya en la mesa. "¡Maldita sea!", pensé, "Podrías haber tardado más, cabronazo." Sonreí del mejor modo que pude y, una vez se fue, mi expresión se tornó un tanto agria. Miré hacia adelante por fin. Me di cuenta de que él no había dejado de observarme en ningún instante.

-Vaya, ¿estás cansada? Tienes mala cara. Y, bueno, te noto algo ausente.

-No es nada. Es que tengo el día un poco... nublado. -dije con perspicacia.

-Ya veo, ¿estás como el día, eh? -sonrió.

"Será imbécil...". En aquel momento todo me hubiera parecido imbécil, o estúpido, o inapropiado. Me sentía como una carga de dinamita con una corta mecha, esperando a esa chispita de nada para saltar por los aires. Y arrastrar a todo aquel que estuviera a mi alrededor, obviamente.

-Pues resulta que hoy mi compañero de recepción estaba igual. ¿Sabes quién te digo? Pedro, ese que siempre...

"Ese que siempre esconde un paquete de cacahuetes bañados en chocolate debajo del mostrador y cuando la recepción está vacía, aprovecha, se agacha y lo vacía todo en su boca de una sentada", me repetía mentalmente. ¿Cuántas veces lo habría dicho ya? Y lo que es peor aún, ¿seguía pareciéndole gracioso y/o necesario contármelo? Aquello me estaba poniendo enferma. Y no podía hacer otra cosa que asentir y desconectar mis oídos para no soltarle una de esas frases tajantes que tanto odiaba.

- ...Y entonces le dije que como siguiera así, el jefe vendría algún día y lo echaría por tener esa cara delante de todos esos clientes que tenemos a diario. Yo no entiendo cómo puede ser que comiendo tanto chocolate esté siempre de mala ostia. Si dicen que el chocolate libera...

De veras, ¿tenía que darme todos esos detalles tan inútiles? Estaba segura de que un documental a su lado se merecía un óscar. Si seguía escuchando una palabra más, me iba a dar algo...

- ...La habitación 707, esa suite que tenemos en el último piso, pues no vas a creerte quién la ha reservado...

Giré radicalmente mi cabeza hacia la entrada, con la esperanza de que apareciera alguien interesante, o incluso conocido, alguien que pudiera salvarme de la misma situación que me iba persiguiendo día tras día durante dos años. Y es que con él no existía otra opción. Pese a que los primeros meses de la relación habían sido bonitos, poco a poco la rutina nos había invadido y, cabe decir que, aunque Aaron nunca había sido una persona de impulsos románticos o de instintos pasionales, ahora lo era aún menos. Y aquello me deprimía.

Nos limitábamos a vernos todas las tardes en aquel café dichoso, después de trabajar. Pedíamos siempre lo mismo, él me saludaba con un beso en la mejilla y nos sentábamos en la misma maldita mesa, en la cual teníamos las mismas conversaciones de cada día, en las que mayormente hablaba él, y se dedicaba a contarme todos y cada uno de los detalles de su jornada. Se habían acabado los abrazos. Los besos habían  caído en el olvido y las caricias... Hacía ya un tiempo que no recordaba algo más allá de una palmadita en la espalda.

En alguna ocasión le había comentado algo sobre esa "llama interior" que parecía estar suplicando para no morir ahogada entre tanta miseria. Pero Aaron se limitaba a decir que aquello iba por "temporadas", que ya se nos pasaría, que tanto trabajo y tantas cosas que hacer nos habían apagado un poco, pero que recuperaríamos el ritmo en nada. Cada vez que oía sus palabras, me entraba un ataque de nervios instantáneo, acompañado de unas ganas frenéticas de llorar y descomponerme allí mismo. Para mí, esas "temporadas" llevaban acompañándonos demasiado tiempo, y no recordaba ya lo que era sentir el corazón a punto de estallar por alguien, ni esas mariposas, ni si quiera esos brotes de romanticismo que me solían invadir habitualmente. Me preguntaba si llegué a sentir todo aquello alguna vez con él.

-...Pues resulta que el alcalde ha aparecido este medio día con aquella presentadora de cosméticos, esa rubia de... ¿Y no tiene vergüenza?...

Y de pronto, aparecieron. No tenía ni idea de quién eran, pero tampoco necesitaba saberlo. Eran mi excusa perfecta para evadirme un poco. Perseguí a la joven pareja con mi mirada hasta que hubieron hecho su pedido. Respiré hondo. Había ganado unos segundos de vida. Los seguí de nuevo hasta que tomaron asiento. "Gracias a Dios, ¡justo detrás de Aaron!", exclamé para mis adentros. Iba a tenerlos delante, de modo que podría fingir que estaba interesadamente escuchando, mientras que concentraría toda mi energía en aquella jovial pareja.

-Vaya, ¿los conoces? -me dijo acercándose con discreción.

-Ah, no, no. Pensaba que sí, pero ahora que están cerca, veo que me equivocaba. ¿Qué decías del alcalde? Menudo sinvergüenza está hecho.

-Ah, ¿que te has quedado ahí? Si ya te estaba contando la aventura que han tenido hoy las de la limpieza con las sábanas de la 502.

-Oh, sí, sí, perdona. Sigue con esas sábanas, sigue...

¿Pero qué clase de conversación era aquella? ¿De veras éramos una pareja? Quería morirme. Hubiera pagado porque alguien me matara en aquel mismo instante. Me hubiera importado bien poco que fuera una muerte lenta y dolorosa. Casi que prefería disfrutar de ello. Hasta que empezó todo.

Me fijé en la mesa donde estaban aquella pareja joven. Ella era morena y muy guapa. Y él tampoco se quedaba corto. Debían tener poco más de dieciséis años. Les acababan de traer uno de esos donuts bañado en chocolate y un batido de chocolate. Quizás no tenían dinero suficiente como para pedirse uno cada uno. Aquella imagen me pareció muy tierna.

Se hallaban uno al lado del otro, se miraban, se reían y se besaban de tanto en tanto. Él daba un mordisco al  donut y ella tomaba un trago del batido. luego volvían a mirarse y se besaban entre risas. Apenas decían nada, sólo reían, comían y se besaban. Él cogía entonces el donut y se lo acercaba lentamente, y en cuanto ella preparaba su boca, él lo apartaba y le robaba un beso. Era inevitable sonreír viendo tal espectáculo.

-Vaya, no imaginaba que el caso del ladrón te pareciera tan divertido.

-Pues sí, ese tipo de robos me parecen encantadores... -pensaba en voz alta.

-¿Pero qué dices? Si robó a la anciana mientras dormía en su habitación tranquilamente...

Desperté de mi sueño. Debía controlarme un poco más, aquello se me estaba yendo de las manos.

-Estás un poco extraña, ¿te encuentras bien de verdad?

-Sí, sí. Perdona. Es que se me mezclan cosas, tengo la cabeza un poco saturada.

-Tranquila. Como iba diciendo, el tío se lanzó sin piedad...

"Sí, sin piedad. Pero con tanta pasión...". Miré de nuevo. Ella ahora cogía el vaso y se lo ofrecía con cariño. Él la besó y le dio un trago. Sus labios quedaron cubiertos por el chocolate líquido, y la chica no dudó, besó aquellos labios impregnados de dulzura, hasta que ambos intercambiaron chocolate a diestro y siniestro. Reían y se besaban. Sus labios se entrelazaban de manera perfecta. Sus ojos cerrados los mantenían en aquel mundo perfecto en el que se hallaban. Volví a mi mundo. La perfección se desvaneció.

- Suerte que al final Toni pudo cogerlo a tiempo. Se ve que el tío llevaba días robando a varios de los huéspedes del hotel. Y, para colmo, también traficaba. Llevaba en su maleta varios kilos de chocolate.

Qué irónico. Malditas ironías. Aaron parecía estar riéndose de mí. Y yo no podía hacer otra cosa que sonreír y seguir aguantando aquella lata.

- Vaya, debió ponerse las botas, el tío.

-Sí, sí. Pero ahora se pondrá las botas en la cárcel. Va a pasarse allí una buena temporada.

"¿No pueden llevarme con él, por favor?", supliqué una y otra vez mientras Aaron seguía con su diario. Los chicos ya se habían terminado su merienda, y ahora se dedicaban a saciar aquel hambre famélico que sentían el uno por el otro. Recorriéndose con cómplices miradas, parecían hacer tiempo entre bocado y bocado. Y luego volvían a por más. Me sentí gris. No sabía si Aaron había sido alguna vez así, pero yo me veía reflejada en aquellos adolescentes. Pese a haber dejado la carga hormonal atrás hacía ya tiempo, había conservado aquella pasión natural a través de los años. Y me empezaba a dar cuenta de que estaba muriendo. Triste y desconsoladamente. Yo ya no era la que solía ser.

Levanté la vista de nuevo. Los chicos se levantaban y marchaban alegremente cogidos de la mano. Supe que era el momento apropiado. No podía dejar que aquello siguiera consumiéndome. No podía dejar que algo así muriera en mí. Tenía que haberle puesto fin mucho antes. Ni si quiera comprendía cómo había llegado hasta aquí.

-¿Desean algo más los señores? -interrumpió una voz.

-Sí, por favor. -contesté antes de que Aaron pudiera articular palabra. Lo miré unos instantes.

-¿Quieres algo más, cariño? -dijo él con cara de sorpresa.

-La verdad es que sí, Aaron. Esto no puede seguir así. Y voy a terminarlo de una vez por todas.

El camarero me miró perplejo. Lo miré con decisión.

-Pero primero... Tráigame un donut bombón y un batido de chocolate, por favor.

***

Este va a ser el último amanecer por un tiempo. Agradezco muchísimo vuestro apoyo y vuestros comentarios. Me animan a seguir escribiendo. Pero voy a seguir con otras cositas. Tengo ganas de continuarlos, pero antes, me apetece hacer una pausa y publicar todo aquello que me pase por la cabeza. Me he dado cuenta de que publicar una serie de textos es una gran tarea, así que retomaré energías poco a poco. 
Muchas gracias de nuevo. Os admiro a todas y cada unas de vosotras, muchas de las cuales, mantenéis capítulos y capítulos de historias fantásticas que me hacen volar. 
Y espero que no dejéis de hacerlo. Yo seguiré al pie del cañón. Leeros me da vida. 

2 comentarios:

  1. Lo cierto es que me ha parecido un amanecer escandaloso. ¿Cómo es posible que aguante tanto una rutina semejante? Soy chica de rutinas fijas para mí, pero de aventura para los demás... Yo le habría dado una patada en el culo Oo jajaja Me ha gustado el final. Se ha quedado abierto, pero da a entender que harán lo mismo que la pareja de adolescentes (un poco empalagosos para mi gusto xD).

    Entiendo cómo te sientes. A mí también me cansa estar siempre con lo mismo, pero bueno... Un día, sin avisar, llega la inspiración y ala, a escribir de nuevo. Luego me pongo con relatos cortos que se me pasan por la cabeza y no me sale ni la letra A jaja

    No me abandones por mucho tiempo, que me encanta leer lo que escribes T.T Ten compasión xD
    Un besito muy fuerte guapa :)

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  2. Tiene muy buena pinta tu blog. Me lo leeré con calma. Gracias por linkarme en "What inspires me"! Hago lo propio.

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