lunes, 28 de julio de 2014

26º Amanecer. "Reflexiones de una noche de verano"



No sé si es que Eddie Vedder convierte en oro todo lo que toca. Y nunca mejor dicho. Cuando escucho su "I Believe in Miracles" y lo comparo con el de los Ramones, me doy cuenta de cuántas dimensiones puede tener un mismo tema. Cuántas interpretaciones. Cuántos matices.

Mientras los Ramones casi escupen con rudeza su tan deseado milagro, probablemente en un antro infernal, Pearl Jam mece con tanto cariño el suyo que, irónicamente, consigue que me sienta más cerca del nirvana que nunca.

Todo tiene su momento y su tacto. Pero hoy los Ramones se me hacen ásperos.

Me sucede todo lo contrario con Jimi y su "All Along The Watchtower".

Bob, mi querido y amado Bob, a quien tanto admiro y envidio por su talento, hoy cojea. No da la talla ni por asomo. Hasta su armónica tiene más vida que su voz. No sé si tomó alguna sustancia antes de grabar el tema, pero si así fue, debió haberle pedido consejo a Jimi antes. Lo que él tomó, no sé si por veteranía o por calidad del material, le sentó cien veces mejor.

Bob, sin embargo sigue siendo más poeta que músico, por lo menos para mí, y los cimientos de esa torre de vigilancia son firmes y bellos. Solo que en su canción acaban casi en ruinas. Creo que al final es él mismo el que acaba construyendo un castillo  made in IKEA sobre lo que podía haber sido el palacio de los palacios.

Bob, mi querido y amado Bob, qué suerte tuviste de que Jimi pasara por allí y fuera un gran arquitecto musical. Consiguió sacar al fénix de tus cenizas y hacerlo volar. Y junto a él, a tantos de nosotros.

No sé si es porque es verano, porque hace calor y llueve. Pero él siempre salva mis noches. Y entonces, mientras lo escucho, las palabras de Bob cobran vida con fuerza. Pienso en que sí, que tiene que haber una salida por algún lado. Solo que quizás no era tan obvia. Quizás no se hallaba tras los carteles de salida de emergencia. O quizás no fuera ésa la salida que buscaba. Quizás es momento de probar cosas nuevas, de seguir buscando. Quizás no es éste mi destino y ya se acerque la hora de mirar más allá. De buscar otra dimensión, otra interpretación, otro matiz.

Quizás siempre ha estado ahí de algún modo. Quizás todos tengamos la habilidad alquímica de la que goza Eddie y simplemente no nos hayamos dado cuenta. Porque, ya se sabe, a veces pasa. Uno se quita las gafas y luego no recuerda dónde las ha dejado. Y, por un momento, se siente indefenso, se siente completamente inútil. El mundo es extraño y borroso. Es imposible ver con claridad. Se frustra, se vuelve loco y rebusca por todos los lugares habidos y por haber. Pero, coño, las gafas siguen ahí, en el sitio más obvio del mundo. Tan obvio que ni lo considera. A veces, incluso, uno las sigue llevando puestas por error. Y erre que erre con que las gafas se desintegraron, como si nunca antes hubiesen estado ahí.

Pero están. El mundo no es lo suficientemente grande como para perder unas gafas. Ni tampoco un sueño. Ni hay tanta oscuridad como para no encontrar una luz, por pequeña que sea.


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