viernes, 3 de febrero de 2012

13º Amanecer o el todo o nada.



Este es un amanecer confuso, nostálgico. De esos en los que no parece verse el sol, pero tampoco existe nube alguna que pueda esconder tanta energía...

***

Recuerdo aquellos momentos. Pequeños fragmentos de vitalidad que iban surgiendo a lo largo del día con un impulso increíble. Ahora que lo pienso, parecían una especie de "Todo o nada". Pero en aquel entonces eran de lo más normal que podía acontecer.

Haciendo memoria, veo a esa quinceañera desaliñada. Una contradicción andante, que llevaba la rebeldía por bandera y el sentido común en su corazón. Una mente caótica, explosiva, impulsiva, efervescente. A plena ebullición las veinticuatro horas. Y, al mismo tiempo, con la seguridad y la firmeza de una caja fuerte. Caja fuerte que escondía todo un mundo secreto al que pocos pudieron tener acceso, al fin y al cabo.

Los días se nutrían de risas, aventuras y sueños. Y música. La música ocupaba un 99% de sus momentos. Todo tenía un elemento de conexión con ella. Todo parecía ser una partición de ella. En definitiva, todo nacía y moría en ella.

De ahí surgieron las primeras explosiones. Y las obsesiones, claro. Y también las discusiones, y las mentiras. Pero también lo hicieron los besos y los abrazos. Fue un todo o nada.

Pero qué simple era todo en aquel momento...

Recuerdo que la satisfacción se hallaba en un CD de AC/DC. O de Metallica. O de Iron Maiden. O Barón Rojo. El ritual consistía en juntarse los tres, o los cuatro, o los cinco. Introducir el CD en el reproductor y esperar a que se iniciaran las primeras notas. El resto venía sólo. Cómo la heroína que acaba de ser inyectada. Y entonces se alcanzaba el nirvana. Pero sin drogas. Por aquel entonces, no se necesitaban drogas para nada. No existían en nuestro universo.

Las preocupaciones se centraban en elegir el banco perfecto del parque para sentarnos y charlar. O saltar como monos. O cualquier otra gilipollez que rondara por nuestra cabeza. A veces, hasta nos cuestionábamos si cenar en un restaurante de comida rápida para alargar las veladas. E incluso habíamos llegado a votar si ir a la gran ciudad o pasar la tarde en el pueblo, en el parque de siempre, hasta que la noche caía.

En cuanto a mí... Bueno, yo tenía otras preocupaciones particulares, pero nada que rallara lo imposible. Aunque en aquel momento lo pareciera. 

Pasaba horas preguntándome cómo serían esos primeros besos y abrazos. Cómo sería sentirse esa persona especial. Y cuándo llegaría. Y cómo reaccionaría yo. Más allá de cuestionarme si aprobaría o no los exámenes, o si tendría una media adecuada, que también, lo que realmente me preocupaba y me quitaba el sueño, era esa primera vez en la que fuera a enamorarme. Lo imaginaba y reimaginaba una y otra vez. Y me quitaba el aliento. Conseguía sacarme las lágrimas, cual punzada en el estómago, y al mismo tiempo, me inundaba de histeria y felicidad. Era un todo o nada.

Recuerdo mi primer sueño. De esos de verdad, esos que te acompañan el resto de los días. Quería tocar la guitarra. Quería ser una Angus Young, una Jimmy Page, una Zakk Wylde. Quería tener una banda que sonara como los KISS, como Alice Cooper o Guns'n'Roses. Y, cuando por navidades mis padres me regalaron la primera guitarra eléctrica, no cupe en mí del gozo. 

En seguida supe que debía ponerle un nombre y, el mismo día que la tuve en casa, sentí una necesidad curiosa de dormir con ella. Y despertar a su lado fue como despertar con esa persona tan especial que tanto añoraba.

Y esas pequeñas obsesiones. El color negro se convirtió en mi emblema. El pelo largo en un fetiche. Y el cuero en el anhelo de una segunda piel. El futuro se volvió borroso y no llegué a distinguir si mi adoración era para las letras o los números. Ni si quiera si iba a haber futuro. Pero no me importaba, tenía cosas más importantes en las que centrarme. Como el primer concierto.

Me sentía como en una obra de teatro. Mi crisis consistía en decidir qué papel debía interpretar. Si debía ser la fan histérica o aquella que escucha atentamente analizando cada uno de los compases de las canciones. Si debía saltar a cada segundo de la canción o era mejor apoyar mi mano desenfadadamente sobre la cadera. Darlo todo o nada.

Y recuerdo que la máxima satisfacción de mis días estaba en ese vínculo, en esa cohesión que habíamos logrado entre esos pocos. En sentirse parte de un todo perfecto. En aquel grupo no existían los miedos. Éramos los chicos del rock, y estábamos hechos de acero. Éramos puramente invencibles ante cualquier adversidad. Todo era fácil en aquel rinconcito de nuestro mundo. Todo era posible.

La vida era perfecta de aquel modo. Era tenerlo todo sin tener absolutamente nada. Pero aquellos chiquillos eran felices y no necesitaban más que un buen lugar donde conversar, un buen tema que escuchar y algún que otro sueño sobre un futuro idílico que nos aguardaba a la vuelta de la esquina. 

Los subidones de energía estaban presentes constantemente. Cualquier excusa era buena para soltarla. Y ese instinto que se adueñaba de nosotros a todas horas, hiciéramos lo que hiciéramos. No necesitábamos deportes de aventura. Nuestras propias aventuras eran nuestro mayor deporte. No disponíamos apenas de dinero, pero nuestro tesoro era disponer los unos de los otros. No existía nada que no pudiera dárnoslo todo. Nada.

Los días eran simples. Sencillos y llenos. Llenos de risas y Rock del bueno. Nada de mierdas actuales. Música pura de la de antaño. Los 60, 70 y 80 eran nuestros números. Y el 666. 

Judas Priest, Manowar, Rosendo,The Who, WASP... Todos ellos eran nuestros dioses. Y la música nuestra religión. Y nosotros fieles creyentes, con fe ciega, entregando cuerpo y alma a todo aquello.
Nuestra biblia eran todas aquellas letras que se perdían en los álbumes de nuestra colección. Y los posters y las banderas eran nuestros santuarios. 

Pero no todo era perfecto, por supuesto. Existía algo prohibido. Algo místico que rompía toda la armonía y conseguía confrontarnos a unos y a otros. Algo que conseguía sacar nuestro lado más cruel y dañino. Algo que tornaba el todo en nada. Y ese algo tenía nombre, claro que sí: Black Sabbath.

Sigo sin entender bien por qué, pero Black Sabbath sembraba el caos entre nosotros. Era ese único punto de inflexión que conseguía separar todo lo que nos unía. 

Y es que decidir si Black Sabbath era mejor con Ozzy o con DIO era todo un juicio digno de ser presenciado. Era la lucha a vida o muerte de nuestras vidas. Y no existía manera en la que se pudiese salir de todo aquello que no fuera a golpes verbales e incluso físicos. Era puro instinto de supervivencia. Era nuestra máxima. Nuestro todo. Y acabó siendo nuestro nada también...

Imagino que debimos tener decenas de batallas cuerpo a cuerpo y mente a mente sobre aquel tópico. Dejamos de hablarnos y volvimos a hacerlo millones de veces. Dejamos de vernos otras tantas. Y de mirarnos a la cara. Aquel que se hallaba en la oposición era el peor enemigo que pudiera existir sobre la tierra, y nuestro objetivo era aniquilarlo.

Supongo que en aquel instante era el todo de la nada. Pero, seamos sinceros, de algo teníamos que morir, ¿no?

______________________________________________________________________

Creo que esta es la actualización que menos sentido tiene. Pero no sé por qué, sentía que debía escribir.

Gracias a V, G, e I porque, aunque no lo saben, no sólo han inspirado estas líneas, sino que formaron parte de algo mucho más grande de lo que aquí se alberga.

Y gracias a todos vosotras/os, que sois las/los que me animáis a seguir escribiendo, aunque salgan cosas tan extrañas como los amaneceres.



3 comentarios:

  1. Es un amanecer extraño, pero no ha dejado de gustarme línea tras línea. Y leyendo los últimos párrafos tengo que decirte que yo soy de Ozzy jaja Debo decirte que me he sentido algo identificada con el texto. Respecto que la música sea una religión es un hecho para casi todos los adolescentes. Y yo la primera.

    Por cierto, creo que voy a hacerte caso y subiré la historia que tu has votado. Tus argumentos me han animado jaja

    Un beso guapa :)

    ResponderEliminar
  2. Dios! Excelente! Entrada!
    Ac/Dc Genial!
    Besos!

    ResponderEliminar
  3. Pues aunque digas que no tiene sentido a mi me encanta. No es lo que pongas, si no como lo pongas... Me lo acabo de inventar, no tiene sentido, pero me ha quedado de p*** madre hahahahah
    ¡muchos besos guapa y te seguiremos animando a escribir! hahaha

    ResponderEliminar